El milagro es que juegue la Europa League
La fábrica de humo
Miguel Ángel Chazarri 03/05/2019 |
Pues comienza la despedida de la Champions. La verdad es que no está para nada el Sevilla, más que para recoger las migajas de una Liga en la que todo está más igualado y por tanto se gana menos. Viendo cómo se comporta el equipo, es mucho más que un ejercicio de optimismo pensar que este grupo puede dar esa alegría. Ante el Leganés se vio la realidad. La realidad de un equipo repleto de vulgaridad, lento de piernas, escaso de pulmones y bajo de estatura. Fue bastante desolador ver plantada en el campo la figura diminuta de la mayoría de los jugadores del Sevilla frente a los fornidos hombretones del Leganés, limitados la mayoría de ellos, pero con capacidad para llegar fuerte al balón y ganarlo la mayoría de veces. El repaso en la primera parte fue colosal. Táctico, físico, con un perfecto dominio de las áreas… Ni siquiera valió como estímulo el sonrojante partido de Girona. No va la cosa de echarle huevos. No sólo es eso, quiero decir. Ojalá fuera tan fácil. Va por haber confeccionado una buena plantilla y no ésta. Va por contar con futbolistas buenos, con futbolistas que en el día clave den la talla. No hay muchos de tal perfil en el Sevilla. Tres o cuatro, no más.
Dos planificaciones piltrafas han devaluado la plantilla una barbaridad. Desde que en En-Nesyri marcó el primer gol se vio que faltaban ideas para superar el muro construido por Pellegrino. Caparrós quitó a Roque Mesa cuando quizás el cambio era Rog. Para el caso, era lo mismo. Lo tuvo que quitar en la segunda parte, claro. Pero el estropicio ya estaba montado. Los intentos en la segunda parte se estrellaron en la propia impotencia y en la defensa del Leganés, que siguió tremendamente ordenado. Gran partido el suyo, dándose el gustazo de lograr un marcador apabullante. No, no es la la suerte, ni el árbitro ni la preferia. Es que el equipo da pena verlo y cada vez tiene menos calidad. El milagro es que juegue la Europa League. Monchi lo tendrá que arreglar buscando un entrenador y una tropa de buenos jugadores. Con el cuarto puesto en juego y el Sánchez-Pizjuán terminó semivacío. Desolador. Aquí sobra hasta el apuntador.
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