Joaquín Sánchez

La fábrica de humo

Miguel Ángel Chazarri 21/07/2019

Joaquín Sánchez volvió a deleitarnos con un rato de gran fútbol en Portugal. Nada nuevo en él, de no ser porque se trataba de un amistoso, con 38 años, con un calor asfixiante, sin nada en juego, con todos los argumentos habidos y por haber para realizar la clásica faena de aliño y a dormir... Realmente, Joaquín no sabe hacer eso. Sabe jugar bien siempre o casi siempre, haga sol o frío, con lluvia o campo seco. Su impacto en los partidos sigue siendo brutal. Cuando sale al campo, el fútbol se ordena en torno a él, sabiendo dónde está la necesidad para ayudar, para tocar, para iniciar una arrancada con peligro que desahogue al equipo. También para marcar. Sólo se le empieza a ver el cartón en la recta final de los partidos, cuando el cansancio le puede. Faltaría más. Ahí está la vista del entrenador para saberlo utilizar.

La impresión es que con el paso de los años ha ido perdiendo velocidad y ganando fútbol. No es que sea precisamente buena noticia que siga siendo uno de los mejores del equipo, pero es que es tan bueno que tampoco hay motivos para pensar que su brillo se deba a una falta de calidad en los demás. Joaquín es un futbolista enorme, que extrañamente no ha jugado en ningún grande porque en el momento clave de su carrera tomó una extraña decisión. Aquello de irse al Valencia lo vi bastante absurdo. Estaba para más. Con permiso de los capitanes generales (Sergio Ramos y Jesús Navas), es lo mejor que he visto en ambas canteras junto a Reyes, otro que tal bailaba. Es una maravilla ver maniobrar a Joaquín en el campo y contemplar cómo sale de todos los problemas que plantea el rival. Sí, por qué no, hablamos del mejor futbolista de la historia del Betis.