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El Mundial, un club de desilusionados

Zona mixta
Rafael Pineda
Rafael Pineda
19/06/2018

Alemania ni corre. Brasil juega sin ilusión. España no encanta. Argentina es un bodrio. Francia no transmite nada. Uruguay juega andando. A Bélgica le salvó la escasa talla de Panamá. Inglaterra es un enredo. Los futbolistas de las grandes e históricas selecciones juegan el Mundial obligados por un no se sabe muy bien qué. Desde luego, no por la ilusión de defender la camiseta de su país. Piqué no quiere jugar el Mundial. Ni Iniesta. Ni Isco. Ni Messi. Ni Kroos. Ni Hummels. Ni Neymar. Ni Müller. Ni Thiago Silva. Ni Banega. Ni Otamendi. Ni Kane. Ni Cavani. Ni Luis Suárez. Ni Griezmann. Ni Pogba. No lo sienten. No les ilusiona. No lo viven. Por no hablar de los entrenadores. ¡Lopetegui negoció con el Madrid días antes del estreno frente a Portugal¡ Lo nunca visto. Saciados de éxito en sus potentes Ligas y con la Liga de Campeones como gran escaparate, a los futbolistas de las grandes competiciones europeas les importa un pimiento el Mundial. Hasta la parafernalia de los himnos nacionales les resulta engorrosa. Y más después de haber jugado 60 partidos al máximo nivel en una temporada de lo más exigente. El gran acontecimiento del fútbol mundial, que la FIFA, en una enorme ceguera, quiere ampliar a 48 selecciones en la fase final de 2022, es defendido ahora por selecciones menores cuyos futbolistas sienten que están ante la oportunidad de sus vidas, hombres con sentimiento de pertenencia y fe en sus equipos, con todo un país detrás de verdad. Son los casos de equipos como Perú, Croacia, Islandia, Serbia, Dinamarca, Suecia, Suiza, México, Australia o Rusia. Un segundo nivel de menor calidad pero con ganas de reivindicarse parece dispuesto a tomar el relevo en una competición maravillosa, pero a la que la globalización le ha asestado un poderoso golpe.

Durante décadas, la llegada de un Mundial era esperada con pasión. Ahora que el fútbol inunda todos los días el salón de casa con grandes partidos de las Ligas y de las competiciones europeas, se ha perdido el encanto de los tiempos pasados. Estamos hartos de ver a Messi e Iniesta. Y ellos parecen hartos de jugar el Mundial después de temporadas interminables. Acuden a la selección obligados. Sin chispa ni una pizca de pasión. Si algo bueno puede tener el próximo Mundial es que al jugarse entre noviembre y diciembre provocará que las grandes estrellas del fútbol europeo acudan a la cita con las piernas menos castigadas.

Sí hay una estrella mundial a la que he visto con ganas en lo que se lleva de Mundial. Es la bestia competitiva más feroz que existe en el mundo, al que los dioses tuvieron la ocurrencia de ponerle enfrente a Messi, aunque incluso a veces se eleva para hablarle de tú a tú al mejor jugador de la historia. Se trata de Cristiano Ronaldo, capaz él solo de casi ganarle un partido a España rodeado de futbolistas mediocres. Gloria a Cristiano, el mayor animal competitivo que he visto en este mundo y que honra con la actitud de los grandes a una competición como el Mundial. A Cristiano, en su ambición infinita, no le sobra el mayor torneo de selecciones nacionales de la historia. 

 


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