Ver jugar al Betis en Vitoria y contemplar el respeto con el que le trató el Alavés es sinónimo de grandeza, como también la forma en la que el Betis administró los tres minutos de descuento sin pegar un pelotazo, con la tranquilidad de buscar el pase y el momento justo para anotar un gol, que, desgraciadamente para los intereses béticos, no llegó. Ni un resquicio a la desesperación. No cabe duda de que un punto de seis ante Levante y Alavés es poco bagaje, pero me parece un disparate dudar de la capacidad de los jugadores y del cuerpo técnico del Betis. Es cierto que a William Carvalho le está costando, que Sanabria es una sombra del buen delantero que es y que Boudebouz va a su bola. Pero también es una delicia ver a Mandi, contemplar el juego de Guardado, la clase de Canales (menudo futbolista) o los movimientos espectaculares de Loren. El Betis de Lorenzo Serra Ferrer también empezó la temporada 2004-05 con un punto de seis y una goleada en contra en dos partidos. Los béticos saben cómo acabó esa temporada. Setién, con sus errores, que nadie los discute, ha logrado algo muy complicado en el fútbol. Nada más y nada menos que la identificación del Betis con un estilo y una idea asociados al toque y el buen juego. Y esa idea se ha ido modelando sin una estructura de club que pregone un estilo, básicamente pregonando en el desierto y recogiendo las cenizas de lo que intentó Pepe Mel y solo logró de manera efectiva en la temporada 2012-13. Un Betis que juega muy bien al fútbol desde una sólida idea, que debe ser también permeable para ampliar su abanico de soluciones tácticas en el desarrollo de un partido. Repasen el minuto 30 del choque de Mendizorroza. Disfruten aunque Inui la tire fuera.