muchodeporte.com : Víctor Fernández

La boda de Sergio

Me levanto y me voy
Víctor Fernández
Víctor Fernández
18/06/2019

Antes de nada, quiero aclarar dos cosas: Sergio Ramos es mi amigo y fui a su boda. Con los argumentos que me dan su amistad y la presencia en el acontecimiento glamuroso del año, tengo datos suficientes para atajar en seco al articulista rancio de turno, que sigue castigándonos con sus peroratas con olor a alcanfor. La envidia al ser ignorado lo arrastra y todo aquello que va más allá de una convidá a pescaíto frito después de la presentación de un soporífero libro le parece indigno de la ‘Mariana Ciudad de Sevilla’. Resulta que al articulista rancio de turno le pareció una catetada la boda de Sergio y Pilar, un ataque a la ciudadanía por el hecho de cortarse una calle a las cuatro de la tarde y un ejemplo de que el sevillano se presta a cualquier acto folclórico dispuesto a tocar las palmas. Es curioso, cuando relataron la boda de la Infanta Elena, en la que sí se gastó dinero público, el cateto era un digno sevillano que honraba a la corona y el cierre de la ciudad era una oportunidad de lujo para atrapar el olor a azahar. Quizá a ésa sí lo invitaron. Para catetadas, esos pregones infumables que hay que aplaudir por narices año tras año para después pescar una croqueta.

Quizá el articulista rancio no sepa que en la Catedral se puede casar todo el mundo. Y que fue decisión de los mandamases catedralicios y del Ayuntamiento establecer ciertas medidas de seguridad para evitar un escándalo.  A ver, querido amigo, Sergio es una estrella mundial y muchos de sus invitados son capaces de levantar un incontrolable revuelo en el mismo desierto. Si por usted fuera, aquello se debería haber celebrado a campo abierto para que la boda hubiese tenido que suspenderse después de que las 50 televisiones que cubrieron el acto asaltaran el altar de la Virgen de los Reyes. A lo mejor estuve en otro sitio, porque en ningún momento vi a tías en pelotas. Todo lo contrario, la Catedral se llenó de gente elegante y, además, guapísima. ¿Les molesta el dinero y la belleza? Y, por cierto, hacía tiempo que no presenciaba un acto religioso tan respetuoso, lejos de los escandalosos pasos de las cofradías por el recinto catedralicio y del desmadre de las romerías. Claro, las carretas rocieras pueden paralizar una ciudad y eso sí es muy digno y sevillano.

El articulista y ciudadano rancio sigue poniendo el grito en el cielo cuando ve algo que se le escapa de su nivel, pero elude el aspecto miserable y asqueroso en el que quedan las calles en la Semana Santa, el ombliguismo feriante, el paro, el reloj parado en el que se ha instalado la ciudad. Se lleva darle palos al rico, exitoso y guapo. Afortunadamente, Sergio se apartó en su vida de la ojana, capaz de dejar fuera de la boda del año a muchas personalidades para darle cabida a tres plumillas insignificantes como Ismael, Aguilar y el arriba firmante y a sus colegas de toda la vida. Si al demagogo de turno Sergio le hubiese dado una copita de Moët Chandon o Dom Pérignon con la que nos alegró la noche, entre mil maravillas más, el articulista rancio se hubiese convertido en una alfombra en la que los novios se hubieran limpiado los pies.


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