Credo victimista

Me levanto y me voy

Víctor Fernández 03/08/2020

José Miguel López Catalán ha regresado. Lo ha hecho el primer domingo de agosto y en las páginas de ABC, como se hacían las cosas cuando la vida y el periodismo parecían más serios. Pero de eso ya hablaremos otro día. No me detendré en pasar el bisturí por la eterna ausencia de autocrítica, por la capacidad para negar su incapacidad, por el asfixiante victimismo que sufre ni por los argumentos risibles que expone para justificar su trabajo y su permanencia en el club. Me aburre este credo victimista que los dirigentes del Betis recitan cada vez que se les hace responsable de la mediocridad en la que vive el equipo. José Miguel López Catalán cree tener derecho a su resentimiento y a proyectarlo sobre los demás. En cada palabra que pronuncia nos avisa de que nadie puede arrebatarle su rencor. Lo entiendo, es muy difícil asumir el ridículo. Sólo los elegidos tienen la valentía de aceptarlo.

En la extensa entrevista deja al descubierto dos heridas incurables que le provocan dolor: Lorenzo Serra Ferrer y… el periodismo. A Serra Ferrer le atiza con dureza, con una clara intención de humillarlo.  Cada comentario es una carga mortal. La crítica periodística le revuelve las tripas. En su día, él y Haro vendieron su etapa como un nuevo "proyecto de libertad", pero cada juicio lo acepta como un ataque personal. Es una buena estrategia para seguir con el credo victimista. Tampoco me interesan demasiado estos asuntos. Serra Ferrer tiene dos opciones: defenderse o consentir los ataques. Es su problema. Y el periodismo ya lleva años suicidándose. Qué más da lo que diga Josemi. La batalla real de los que mandan en el Betis no es ni con Lorenzo Serra Ferrer ni con los periodistas incómodos (¿qué diablos puede ser un periodista además de incómodo?). Su batalla real es con la afición bética y los distintos grupos de accionistas que, a día de hoy, mantienen su apoyo. "Los béticos nos respaldaron cuando apareció Rafael Salas, todavía confían en nosotros", confirma con seguridad y realidad. Y aquí sí que lleva toda la razón.