Hamelín

Me levanto y me voy

Víctor Fernández 15/09/2020

Supongo que algún día celebraremos el año nuevo el 1 de septiembre. El nuevo curso, la nueva vida siempre arranca con las últimas luces del verano. Nada se inicia el primer día de enero. Es una de las muchas incongruencias que aceptamos. En septiembre se retoman los colegios, los políticos vuelven a azotarnos con el drama que nos acompaña cuando días antes estaban bronceándose, los jefes idean cosas distintas que nunca se llevarán a cabo, el personal se apunta al gimnasio y a las clases de inglés… Y, claro, vuelve el fútbol, que de tanto desasosiego nos libra.

Hay dos maneras de volver a la competición: con fuerza, rabia y ambición o, simplemente, echando a andar a ver si suena la flauta. El Betis se ha acomodado en la fabulilla de Tomás de Iriarte: El burro y la flauta. La actual dirigencia, bajo un fabuloso juego propagandístico, borró del mapa a Lorenzo Serra Ferrer, escondió a López Catalán, aniquiló cualquier movimiento en la oposición, convenció a todos que los 100 kilos que dejó en herencia Serra se los llevó el viento del coronavirus para convertir el décimo quinto puesto en un simple resbalón. Los actuales dirigentes nos han convencido a todos de que de nada vale el espíritu crítico porque el conformismo se ha instalado de manera definitiva. A día de hoy, las derrotas se asumen con victimismo y las victorias se celebran pero no ilusionan. Es el efecto devastador de la ausencia de rebeldía. Sin tocar nada del equipo que coqueteó con el descenso, el Betis vuelve a la Liga esperando que un entrenador con prestigio como Pellegrini sea capaz de tocar la flauta. En Vitoria la hizo sonar, disfrazándose de Hamelín, y tirando por el precipicio los nubarrones negros que tantas veces acompañan al Betis. El sonido de la victoria siempre ilumina el camino.