Más dramas anticipados

Me levanto y me voy

Víctor Fernández 18/10/2020

Perdió el Sevilla, y el Barcelona, y el Madrid ante el Cádiz… Tres equipos muy fiables (Lopetegui ha encadenado casi 20 encuentros sin fallar) que sufrieron la desconexión tras los insoportables compromisos internacionales. No hay argumento para justificar la pobre imagen que el Sevilla nos regaló en Granada, pero tampoco creo en las casualidades.  El equipo fue descuartizado durante diez días y parece evidente que cuando los suplentes se ponen al frente las sombras aparecen. Dejémonos de historias, el Sevilla no hizo nada para ganar y sí sumó cositas para ganarse a pulso la derrota: la estúpida expulsión de Jordán, el nivel de Rakitic, las dudas de Acuña, la inconsistencia de Sergi Gómez, el trotecito de Suso…

Cuando un grupo vive entre la exigencia, los tropiezos son sonados. Son las penas que hay que cumplir si no quieres pasar por este mundo envuelto por la mediocridad. La crítica en el Sevilla es obligada y aceptada, pero el tremendismo que rodea a este club empieza a ser cansino. Se ha puesto de moda adelantar la devastación final después de cada derrota o empate, si esas derrotas tardan en llegar. El equipo y el entrenador tienen crédito suficiente para esperar que las piezas vuelvan a encajar. Acudir a la tragedia en el análisis no es justo, aunque tampoco es acertado ni responsable ocultar las deficiencias que se mostraron ante el Cádiz y el Levante y la desconexión de Granada. Sin miedos y alejado de análisis que más parecen una sentencia, es el momento de reflexionar sobre la intrascendencia de Rakitic, la confianza en Suso, la nostalgia que provocan Banega y Reguilón, las poquitas cosas de Acuña, la inseguridad que provoca la ausencia de Koundé, el fútbol de En Nesyri, el estado de Idrissi y Rekik… Hay demasiadas cosas en el aire como diagnósticos precipitados y tremendistas.