Insaciable

Me levanto y me voy

Víctor Fernández 29/12/2020

Sólo hay que dejarse llevar y aceptar una manera apasionada, exigente y loca de entender el fútbol. No hace falta inventar, sólo es necesario mezclarse con esa fuerza que arrastra al Sevilla, con esas incansables ganas de competir que este equipo se inyectó hace ya muchos años y… buscar a Monchi cuando aparezcan las dudas. Es cuestión de caminar abrazado a esa fe en las posibilidades. Lo demás sale solo. Emery puede explicar muy bien lo que se siente cuando abandonas la poderosa inercia que el Sevilla genera. Lopetegui, cuya labor es innegable, acabará disfrutando plenamente cuando entienda que la insatisfacción es parte de la felicidad del sevillista.

El Sevilla de Lopetegui es una máquina de ganar partidos. A veces uno se pregunta por qué diablos el entrenador escucha el susurro del miedo, pero su cuenta de resultados es espléndida. Miren el año que está a punto de acabar y comprenderán que los errores son enterrados claramente por los éxitos. La obsesión de Monchi, desde el primer día que regresó, pasaba por recuperar el alma competitiva que el equipo estaba perdiendo alarmantemente. Y lo ha conseguido. La mediocridad está prohibida. Si aparece, la reacción será irracional. Es cierto que el equipo echa de menos a Rakitic, el ritmo de Suso provoca desconsuelo, que aún espera a Idrissi y que la ausencia de un goleador fiable martillea todos los análisis. Sin embargo, la invención de Bono es un éxito; la pareja de centrales es un espectáculo, el oficio y las ganas de Fernando y Navas son admirables; la insistencia de En Nesyri, un ejemplo; la seriedad de Jordán, una enseñanza diaria; la contundencia de Ocampos, una garantía y la implicación de Lopetegui con el particular mundo del Sevilla, un acierto. El Sevilla pasó por encima del Villarreal y ya está, de nuevo, en puestos de Champions. El derbi está a la vuelta de la esquina, pero unos pasos más adelante aparecerá otra prueba y luego otra y más allá vendrá otra. Es insaciable. Y admirable.