Cabildo

Las manos de la Piedad del Baratillo

José María Pinilla Gómez
José María Pinilla Gómez
03/09/2024

Permítaseme tomarle prestado el título de este artículo al gran poeta Florencio Quintero, a cuya familia profeso un especial cariño, en estos días grandes que se avecinan para los hermanos y devotos de la cofradía del Baratillo. Estamos a las puertas de unas intensas vivencias para quienes un día caímos para siempre cautivos de un rostro aniñado, sereno a la vez que dolorido ante la muerte del Hijo sobre su maternal regazo. Apenas meses después de una Semana Santa ciertamente para borrar del recuerdo, la Providencia nos regala al final del verano un Miércoles Santo a pequeña escala, íntimoante esa Flor de Piedad que ni el pincel de Murillo pudo llegá a pintá” (gracias de nuevo, Don Florencio).

No exageramos al afirmar que la Piedad es el alma de su hermandad, y veamos por qué. Pese a que la corporación baratillera surge allá por el siglo XVII para dar culto a una cruz de forja, ya desde la dedicación de su capilla adoptaron el nombre de Piedad como eje para aglutinar las oraciones del vecindario. De este modo, su primitivo altar mayor mostraba un cuadro con la conmovedora Sexta Angustia de María, en el que la Virgen lloraba bajo la Cruz con el Señor desclavado reposando sobre Ella. Es por ello que, cuando a finales del XIX adoptan el carácter penitencial, la composición que se dispone sobre el entonces único paso sería –aunque con los Santos Varones y las Santas Mujeres– similar a la actual. La Piedad, siempre la Piedad.

Demos juntos un breve paseo histórico sobre el devenir de esta singular iconografía en el tiempo. Es interesante subrayar que tal y como la concebimos no está recogida en los Evangelios, sino que es una aportación medieval que parece nacer en los conventos femeninos de la actual Alemania y que adquiere su definitiva difusión en el Renacimiento italiano a través de Perugino, Botticelli, Tiziano y, fundamentalmente, Miguel Ángel. La Contrarreforma la tomará como una de sus imágenes más valiosas para la evangelización dentro del concepto de “llanto sobre Cristo muerto”. Como curiosidad, se extenderá la costumbre de que Jesús yazca con su cabeza hacia el lado derecho de María –izquierdo del espectador– para una mejor visión de la herida del costado. Nuestra ciudad no fue ajena a la propagación de tan fervorosa escena, gracias a lo cual tenemos magníficos ejemplos (nos quedaremos sólo con los escultóricos), como los primitivos conjuntos de las hermandades de la Sagrada Mortaja y los Servitas, el de la capilla sacramental de San Bartolomé, el prodigioso retablo mayor de la iglesia del Sagrario o la Piedad que corona el grandioso altar mayor catedralicio por citar únicamente algunos.

Centrándonos ya en la calle Adriano, las primeras imágenes pasionistas se estrenaron el Miércoles Santo de 1905 y se debían al hoy poco reconocido escultor Emilio Pizarro de la Cruz, aunque algún estudioso mantiene que la Dolorosa procedía de la transformación de una talla dieciochesca. Sería finalmente en 1945 cuando se acometerá el encargo de la actual Virgen de la Piedad, no únicamente por mejorar de forma sustancial a la anterior, sino porque aquélla presentaba problemas en su policromía, lo que había provocado que durante algunos años la imagen de María Magdalena e incluso la antigua Virgen de la Caridad tuvieran que sustituirla en el paso procesional. La actual configuración se completará en 1950, cuando se adquiere el Cristo de la Misericordia de Luis Ortega Bru. No obstante, si quieren ver cómo resultaba la escena con la Dolorosa de Fernández-Andes y el primitivo Cristo de Pizarro nada más tienen que acudir al Arco del Postigo, pues el retablo cerámico que pintó Alfonso Chaves representa exactamente esto, dado que fue estrenado en 1949.

Dicho todo esto, convendremos en que el conjunto de hoy es insuperable tanto en términos artísticos como de unción sagrada. Aunque es difícil retirar la mirada del rostro de la Piedad, desvíen la vista levemente hacia su mano izquierda y vean cómo acaricia con gran ternura el cuerpo muerto de su Hijo. No en vano hay quien mantiene que una Piedad no es más que una variante dolorosa de la Virgen sedente con el Niño en su regazo. El alfa y el omega de la vida terrenal de Jesús, y junto a Él nunca falta su Madre.

Dispongámonos, pues, a exprimir al máximo lo que los próximos días nos ofrecen, que no será sino el culmen de un completo programa de actos del que ya nos habló su hermano mayor en El Cabildo. El día 7 será el traslado a la Catedral y el 14 el acto de la coronación, que concluirá con una procesión triunfal que alcanzará el corazón de Triana, algo lógico considerando el fuerte vínculo que la cofradía del Arenal tiene con el histórico arrabal de la margen opuesta del río. Ojalá que, en medio de tan justificado alborozo, sintamos las dulces y maternales manos de la Piedad sobre nosotros, que falta nos hace.



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