La lucha constante de Cristina Morales

Lucas Haurie 29/09/2020

Cuatro títulos mundiales en año y medio es un registro al alcance de muy pocos deportistas. Es una de las tarjetas de visita de Cristina Morales, que se alzó como campeona de kick boxing el pasado mes de agosto. Un repertorio de golpes demoledor, una defensa inconmensurable y un espíritu ganador sin precedentes dotan a la cordobesa de un aura especial. El kick boxing es una modalidad deportiva que mezcla técnicas de boxeo con artes marciales. Es la especialidad a la que se dedica en cuerpo y alma después de juguetear con el full contact y el muay thai. La luchadora andaluza vivió una velada de ensueño en Ponferrada hace varias semanas y tras la incertidumbre de una competición de la International Sport Kickboxing Association (ISKA) que debía haberse celebrado en la localidad checa de Zilina en abril, pero se aplazó debido a la crisis del coronavirus. 

En El Bierzo superó a Simona Di Dio Martello en combate a cinco asaltos de tres minutos cada uno. Pese a la valentía de su rival en los primeros compases, Morales no dio tregua en un arranque muy acertado de golpes. En apenas año y medio ha logrado cuatro cinturones mundiales, tres de ellos en la categoría de 48 kilos y uno en la de 52. Graduada en psicología deportiva, da clases de nick boxing en la Academia Team Jesús Cabello, su marido y entrenador. Su amor por el deporte lo concilia en Sevilla con su vida familiar y la maternidad. De hecho, nunca se planteó abandonar el deporte una vez que fuera madre. Se perdió año y medio de competiciones tras su primer hijo, aunque tres meses más tarde de dar a luz por segunda vez ya estaba lista para entrenarse y pelear, en el amplio sentido de la palabra. 

Su vida es una carrera de obstáculos. Nació en Encinarejo, que distaba 45 minutos en autobús del gimnasio más cercano. Cristina Morales se decantó por un deporte con una indiscutible tradición masculina. Y, encima, libró un duro conflicto con su madre, que se negaba a que se subiera a un cuadrilátero por la agresividad de este deporte al que se aficionó siendo menor de edad, cuando se quedaba embelesada ante la televisión con los deportes de contacto. Fue su padre quien firmó la autorización pertinenente, ya que su madre temía que la golpearan por el desconocimiento de un deporte que se rige por unas reglas que impiden determinadas acciones. Ahora es su animadora número uno, pero sigue sin ir a una pelea. Su primer combate fue el 24 de abril de 2010 en Sevilla. No tardó en imponerse en el Campeonato de Andalucía. En una década su mejora ha sido espectacular, con la disputa de más de 50 peleas, casi todas internacionales por Francia, Japón China, Holanda o Marruecos, y con triunfos en más de 40.

De las derrotas aprende que nunca hay que tirar la toalla. Y eso que le costó hasta lo más básico porque se sentía observada como mujer: realizar ejercicios de sombra, que es mirarse en el espejo y hacer las técnicas en el aire. Pasaba vergüenza, como otras muchas chicas a las que les puede dar el primer paso. Solo una de cada diez luchadores de kick boxing es mujer. Salvo excepciones, no se apiada de las rivales. Vence al miedo plantándole cara y, como suele decir, golpea mejor que los hombres, porque golpea dos veces y con más intensidad.