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Tarragona, la conquista pendiente de Alabáu

Lucas Haurie
Lucas Haurie
17/06/2018
La campeona europea, mundial y olímpica participa en los próximos Juegos...”

La playa se convierte en el destino de escapada más habitual cuando arrecia la calorina. El agua y la brisa son entonces elixires salvíficos. Para los regatistas, como Marina Alabáu, salvación y hábito se unen durante todo el año, haga frío, viento, niebla, llueva o intermedie esa edénica brisa. El madrugón es el pan nuestro de cada día para los profesionales. Toca coger la furgoneta y armarse con la tabla, la vela y el resto del equipo. Luego llega la playa solitaria, acompañen las condiciones que sean. La navegación supone la catarsis para cualquier windsurfista.

La regatista sevillana, afincada en Tarifa, ha alcanzado la serenidad de su carrera deportiva. Oro olímpico en Londres 2012 y campeona mundial y europea, Alabáu disfruta de su disciplina con la calma de haber conseguido un envidiable palmarés al que le falta el remate de una sola medalla, la de los Juegos del Mediterráneo. Al final de mes tendrá su oportunidad en Tarragona.

Las aguas de Salou serán testigo de una nueva cita con las olas para la regatista oriunda de Mairena del Aljarafe, quien tendrá como rival por la medalla a su paisana y principal adversaria durante toda su carrera: Blanca Manchón. Es un duelo que se repite desde hace años y que sirve de estímulo constante para las dos. Alabáu-Manchón es la imagen marítima del Christiano-Messi en el fútbol o del Federer-Nadal en el tenis. Tal rivalidad volverá a su cenit cuando esté en disputa la única plaza de la delegación española en windsurf para los Juegos de Tokio de 2020, como antes ocurrió en Río, Londres o Pekín. De clasificarse, sería la cuarta participación olímpica de Alabáu.

A un año para ese nuevo duelo fratricida llega la cita internacional en aguas tarraconenses, donde la rosa de los vientos muta el Poniente y el Levante del Estrecho por la Tramontana, el Mistral o el Siroco, que Alabáu deberá domar para competir con garantías, con la delegación francesa como principal oponente que batir.

Sin miedo y sin presiones afrontará esta prueba la sevillana, quien ha permanecido en la élite aun con el parón de la maternidad, tras lo cual volvió a la sacrificada cotidianidad del deportista profesional. Del agua al gimnasio y de la bicicleta al yoga como rutinas, aunque llevada ahora de un modo distinto, con el sosiego que proporciona la experiencia. 

Lejos quedan los años en los que, siendo una niña, se subía a los pequeños barcos dispuestos para los jóvenes veraneantes en Isla Canela. Fue entonces cuando despertó el gusanillo hacia el deporte de la vela que poco después se convirtió en pasión por el windsurf.

Aunque con un origen de secano, su familia atisbó pronto el potencial de su hija, quien, tras asombrar con su tabla y con su vela por los más diversos mares, recibió el apoyo para poder trasladarse a la costa gaditana, primero a El Puerto de Santa María y luego a Tarifa. 

En el extremo meridional de Europa, donde nacen y mueren violentamente los vientos del Estrecho, Alabáu terminó de formarse en la lucha con la naturaleza para convencerse al fin del salto al deporte profesional, en el que sigue compitiendo a pesar de haberlo ganado casi todo. 

El municipio gaditano es su hogar desde hace una década y desde allí sueña con seguir ampliando su palmarés, más allá incluso de 2020. Con 32 años, y con posibilidad de seguir bogando hasta la cuarentena, Alabáu está en su pico deportivo. Las glorias de los oros en los Juegos de Londres o en el Mundial de Weymouth no le han restado un ápice la ambición. Y por eso ahora es el Mediterráneo tarraconense lo único que tiene entre ceja y ceja. Es su única conquista pendiente.