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El Calorro, de estilo fajador

Lucas Haurie
Lucas Haurie
16/04/2019
El púgil cordobés defiende en Francia su título internacional de boxeo...”

El boxeo no sólo es pegar, también hay que saber moverse y encajar. Con una enfermedad que afecta a las extremidades, no se antoja como el deporte más indicado. Sin embargo, ha sido el boxeo la terapia que Nacho Ramos, apodado el Calorro, ha descubierto para frenar la artogriposis degenerativa. Numerosas intervenciones desde el nacimiento, sesiones diarias de fisioterapia para paliar la rigidez de los brazos y piernas, lo llevaron a buscar una disciplina que lo ayudara a superar su 88 por ciento de discapacidad. Este fin de semana defiende un título internacional en París.

Nacido en Villafranca del Penedés en 1986, Ramos el Calorro se mudó hace una década al municipio cordobés de Valenzuela, pueblo natal de su madre. La epifanía, no obstante, tuvo lugar en la capital. Allí, durante las sesiones rutinarias en la Unidad de Día de Fepamic conoció al ex boxeador Ramón Bustos, que lo condujo al boxeo, cuya modalidad adaptada no ha tenido cabida aún en España. Es ésa la nueva pelea del Calorro como miembro del Comité de Boxeo Adaptado en la Federación Española.

El objetivo de este órgano federativo es construir una red de infraestructuras que permitan el desarrollo de esta modalidad adaptada del deporte del ring. De ese modo, deportistas como el Calorro no tendrían que salir de España para competir. Él se ha curtido en Francia, donde ha abonado una fértil carrera de tres medallas, una de ellas de oro, y un cinturón de campeón internacional que defiende este sábado en el club BCOP de Pont-Sainte-Maxence.

En sólo un lustro, Nacho el Calorro se ha convertido en el primer español en lograr un título en boxeo para discapacitados. Y lo ha hecho a base de "constancia, sudor y esfuerzo", rememora el Calorro días antes de su partida a París. Ahora recuerda sus inicios, cuando le dio una vuelta radical a su vida. "Bebía cerveza, me movía poco, lo común, una vida sedentaria", enumera Ramos.

Fue proponerse la práctica del boxeo en serio y, de sopetón, perder 30 kilos. En medio hubo kilómetros y kilómetros entre olivos y caminos, entre chicharras y veredas, un entrenamiento callado y continuo. Porque fue "pasar hambre", como dice entre risas, y, sobre todo, "mucho entrenamiento. Trabajo y lucha". Una preparación y una actitud que darían para un serial fílmico.

La trayectoria vital del Calorro es ya de por sí cinematográfica. Desde cuando le pusieron el apodo del Calorro por lo mucho que cantaba en el mercadillo donde ocasionalmente vendió ropa. También dedicó parte de su juventud a la mecánica. Fue antes de mudarse a Córdoba y recalar en el gimnasio de Gregorio Pérez el Aspirina. Hasta los compañeros del cuadrilátero quedaron boquiabiertos.

Nacho Ramos se subió entonces a la lona y calló muchas bocas. Se ganó el respeto del boxeo en su entrega por dignificar esta disciplina y hacerla accesible a todos. Su brega lo lleva a ser invitado a centros escolares y gimnasios para ofrecer charlas. "Sólo hablo de lo que ha sido mi vida", advierte Ramos antes de registrar en varias palabras los valores de un recorrido: trabajo, lucha, paciencia, horarios, disciplina... Y, claro, "constancia, sudor y esfuerzo, que lo llevo tatuado en el brazo", aclara.

Ramos admira el estilo pugilístico mexicano. El de Julio César Chávez y Erik Morales. Como ellos se centra más en buscar la movilidad para zafarse de los envites rivales que de atacar a su oponente. Luego está la garra, la capacidad de encajar y de ir a la contra. Aunque, si se trata de admirar de verdad, Nacho el Calorro menciona a Juan Manuel 'Dinamita' Márquez. Ser fajador como estilo de vida.