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La piragua como terapia

Lucas Haurie
Lucas Haurie
09/11/2020

Un fatídico accidente de tráfico dejó a Javier Reja sin su pierna derecha. Aquel negro 2006 su vida se derrumbó. Tendrían que pasar tres años para que su traumatólogo convenciera al paralímpico sevillano del valor terapéutico del deporte. Probó con la natación, el ciclismo y el triatlón, pero un paseo por el Guadalquivir resultó balsámico y la piragua se convirtió en un imán del que no se ha desenganchado. El Club Náutico Sevilla le ofreció la libertad de una canoa por la dársena que frecuentan cientos de deportistas nacionales e internacionales todos los años. Reja adaptó su musculatura al piragüismo y se lanzó a la aventura de la competición de alto nivel. Solo un año después de empezar a entrenarse hizo historia como campeón del mundo de paracanoe, el primer oro de España en la modalidad. 

“En mi club nunca me ha faltado de nada. La canoa me permitía estar en contacto con la naturaleza y disfrutar de un ambiente estupendo, rodeado de la chavalería. Se convirtió en mi refugio, en un verdadero salvavidas. Al principio, me distraía. Luego me di cuenta de que era una forma de demostrarme que las metas solo me las ponía yo”, confiesa. Una motivación adicional es que la canoa le permite competir con deportistas sin discapacidad, ya que la modalidad adaptada está integrada en el Campeonato de Europa y del Mundo. Con la embarcación que le cedió la Federación, gracias a la cual logró disminuir las molestias en su cadera, consiguió quedar segundo en el Europeo, su primer podio internacional. En solo doce meses, dos bombazos. 

Después llegó la incertidumbre, pues el COI decidió que los Juegos Paralímpicos de Brasil 2016 se disputarían en kayak, una especialidad que no mantiene bien anclado a Javier Reja, circunstancia que le resta fuerza. El sevillano tuvo que ajustar la técnica para sobrevivir. Pese a todo, acabó tercero en la semifinal de KL2 del Mundial de paracanoe y octavo en la final, excelentes resultados para lograr el pasaporte a Río, donde consiguió una meritoria décima plaza. Culminó los 200 metros del recorrido en un tiempo de 52.389, a menos de tres segundos del corte, delimitado por el alemán Ivo Kilian (49.737). La piragua en el agua es su vida. Entrena temprano, visita al gimnasio como paréntesis antes de ejercitarse en la piscina y vuelta a la dársena del Guadalquivir por la tarde. En el entrenamiento es uno más, porque recibe broncas para corregirle como a cualquiera. En realidad, no tiene límites porque sigue participando en ciclismo adaptado o triatlón. 

Especialista en adaptación, no le costó trabajo acomodarse a nuevos horarios, a entrenarse en casa y en matar el tiempo en estudiar durante el confinamiento. Estos meses que han sido un paréntesis ha hecho mucha rehabilitación de brazos, castigadísimos desde hace década y media. Pertenece a la élite de los paralímpicos, con triunfos exultantes y victorias trabajadas, pero el mejor premio que se ha llevado en la vida es que Javier Reja sea el ídolo deportivo de su hijo, que narró las peripecias del padre en un trabajo escolar. Su pasión por el deporte es incombustible, porque si fuera por  el dinero que le llega por méritos deportivos, hace tiempo que habría renunciado.