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Una Cocodrila con dos campeonatos de Europa

Lucas Haurie
Lucas Haurie
24/11/2020

La casualidad encaminó a Margarita Rodríguez a un entrenamiento de rugby. Acompañó a una amiga, que le animó a iniciarse en un nuevo deporte después de 13 años en el voleibol y algunos titubeos con el fútbol. Ha pasado más de un lustro, tiempo en el que la sevillana se ha asentado en la élite nacional con las leonas. Llegó al sitio adecuado y en el momento justo porque ha saboreado dos Campeonatos de Europa con una hornada esplendorosa de jugadoras.  El deporte femenino ha crecido exponencialmente en las últimas décadas. España ya no recita el clásico 'lo importante es participar'. Participa, compite y gana con asiduidad en numerosas disciplinas. La explosión de júbilo en Madrid en marzo de 2019 fue la reválida de un año antes en Bruselas. 

 

En el campo central de la Universidad Complutense, que registró el récord de asistencias de espectadores a un partido de rugby femenino, con 8.900 personas, se vivió una fiesta al descanso, con 19-0 y la algarabía de varios ensayos consecutivos que dejaron clara la superioridad de España ante Holanda, que sucumbió por 54-0. Siendo un éxito sin parangón, en 2018 la primera vez tuvo el sabor de la emoción, cuando en Bélgica Margarita Rodríguez colaboró en el triunfo por 40-7, tras arrollar en semifinales a Alemania con un contundente 44-0. 

 

"Cuando pitó la árbitra no me lo podía creer. Había pasado todo tan rápido que no sabía ni qué sentir. Era una mezcla de alegría, de sentir que el trabajo de los entrenamientos y las horas de gimnasio habían merecido la pena. Fue una experiencia muy bonita, de las que recuerdas toda la vida", rememora la delantera. Su familia de sangre, natural de Los Molares, y su familia del rugby, las Cocodrilas, le dieron un recibimiento espectacular en Santa Justa. "Aunque ser campeona de Europa es algo muy grande, yo ya era feliz jugando al rugby antes. Cuando salto al campo siento que estoy en el mejor sitio que podía estar y espero que siga siendo así durante mucho tiempo", explica. 

 

Los comienzos estuvieron sembrados de dudas y temores. El día que ya formó parte de un equipo de rugby en su localidad natal se encontró en el entrenamiento con solo tres compañeras y 40 hombres, que pronto le demostrarían que no tendrían ningún miramiento, si quería mejorar. El contacto agresivo y la dureza del deporte del balón ovalado inquietaban a su padre y a la propia Margarita. "Riesgos de lesiones siempre existen, pero es un deporte con muchas reglas y más que el contacto se busca el espacio para progresar", comenta. La maldita pandemia del covid-19 no resta ilusiones a la molareña, que tiene anotados en su agenda de sueños más triunfos con las Cocodrilas de Sevilla y el Mundial de Nueva Zelanda de 2021.