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Un lindo gatito

Antonio Félix
Antonio Félix
02/03/2022

La comparación del Betis con un avieso felino que, pegado a la cola del Sevilla, se aprestaba a despedazarle en el Sánchez-Pizjuán no se encuentra, ni de lejos, entre las metáforas más trabajadas de este modesto escritor, y, sin embargo, causó un verdadero furor entre la multitudinaria parroquia que sigue nuestras novelerías, particularmente entre su sector más descerebrado. Todavía no sé por qué. El símil, además de vulgar, me pareció de lo más adecuado. Que levante la mano quien no temía, o quien no confiaba, en un repaso de categoría de un Betis en una euforia inversamente proporcional a la congoja sevillista. Es cierto que, en sus dos anteriores citas, con el Mallorca y el Zenit, el cuadro de Pellegrini había generado cierta incertidumbre, que los optimistas veían como un simple ejercicio de cálculo de esfuerzos y los pesimistas como una señal de que la gasolina empezaba a escasear. Pero no creo que nadie pudiera prever la grosera claudicación, la impúdica inexistencia en ese primer tiempo con el que el equipo verdiblanco regaló el derbi. Tal vez lo del jaguar fuera un poco exagerado, vale, pero quién se iba a esperar que en el Sánchez-Pizjuán entrara a porfiar un lindo gatito.

Pese a la clamorosa indecencia, no se ha hecho mucha sangre del espanto verdiblanco. Al contrario, ya desde la media hora de partido sonaron los analistas disculpando la desidia bética bajo el argumento de que, al fin, tenía inminentes batallas muchísimo más importantes. No es cierto. El derbi trascendía formidablemente la matemática de un resultado. El derbi ofrecía una posibilidad histórica, la ruptura a cañonazos de una inmensa barrera psicológica que, durante las últimas décadas, había marcado una distancia sideral entre ambos contendientes. El Betis iba a proclamar que su ambición superaba a la del rival, y que con eso ya no habría cumbre imposible que le quedara por delante. Pero, en su lugar, inesperadamente aconteció la costumbre. Papá seguía siendo papá. El análisis ulterior no redundó sino en la cualidad principalísima y esencial que ha venido menguando al equipo, al club, durante los últimos tiempos: un tierno y profundo conformismo, raíz de la mediocridad.

Un golpe de autoridad en el derbi habría disparado al Betis. Psicológicamente, y la psicología en el deporte lo es todo, no habría otro equipo más fuerte en estos momentos, tal vez junto al resurgido Barcelona. Su poder de intimidación se habría vuelto terrorífico. Su estado de ánimo, extasíaco. Es cierto que el Betis persigue altísimos objetivos esta temporada, y que no está nada lejos de ninguno de ellos, en la Liga, en Europa y, sobre todo, en la Copa. Pero es un error minusvalorar la influencia del derbi en el espíritu con el que el Betis afrontará esos combates. Antes de lo sucedido en Nervión, hubiera apostado un brazo a que el Betis se paseaba frente al Rayo camino de la final. Hoy no creo que se evite cierto sofoco, con el Atlético afilando cuchillos en la trastienda. El primero que, con sus erráticas decisiones, pareció minusvalorar el derbi y sus circunstancias fue Manuel Pellegrini. Ya veremos con qué consecuencias. Ahora toca arreglarlo como sea en estos frenéticos días, en los que no cabe más versión del lindo gatito.