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Expulsioncita

Lucas Haurie
Lucas Haurie
15/08/2022

Tendrán la tentación en Elche de achacar su derrota a la tarjeta roja prematura que Cuadra Fernández le mostró a John Donald. Bueno, es una forma de verlo porque todo hincha ilicitano la considerará excesiva y a ningún bético le parecerá injusta. Si el sevillista Medina Cantalejo quería desterrar el diminutivo y la interpretación rigorista del arbitraje español, estará que fuma en pipa… No se decantó el partido, empero, con la expulsión del central visitante sino por la mala noche de su compañero de línea, Enzo Roco, chileno como Pellegrini e involuntario colaborador de su compatriota en los dos primeros goles del Betis. Enfádense con él los franjiverdes o, a lo sumo, con el impenitente Fekir del 1-0 y el excelso Carvalho del 2-0, asistentes de dos compañeros en permanente idilio con el gol. Se puede culpar al empedrado o se puede admirar el talento, usted elige.

Futilidad del número uno

Luce bonita la tabla y hace ilusión, sin duda, pero este (co) liderato en la primera jornada no preludia demasiado. El Betis no se veía en semejante trance desde la quinta jornada de la Liga 11/12, con Pepe Mel en el banquillo, en una campaña que terminó decimotercero y aliviado por no caer más abajo. No acabó siquiera la temporada el último entrenador que encabezó la clasificación en esta bendita ciudad, ese Pablo Machín que en noviembre iba primero y en marzo engrosaba las listas del paro. Estos puestos tempraneros son efímeros, todo lo contrario que los goles de un Juanmi en permanente idilio con las redes: los dos que marcó, excusen la perogrullada, había que meterlos. Lo hizo con una clase despampanante, como sin ganas: regate juguetón, toque suave y a la jaula. Se le fue el hat-trick y el liderato (sin co) en la última jugada del partido.

La importancia de los gestos

Tendremos semana, o semanas, de sobra para calificar el sainete que la dirigencia bética ha perpetrado, perpetra, con las inscripciones de sus futbolistas. Lo importante en esta primera jornada, suma de puntos aparte, es que la situación continúa bajo el control absoluto de Manuel Pellegrini, que puso a dos de sus capitanes (Claudio Bravo y Guardado, que en estos días de zozobra no son lo que se dice gente bienhumorada) a la vera de su banquillo, donde cada acción positiva, “no-te-encargo-ná” con los goles, se celebraba con teatral desmesura. El vestuario vive momentos complicados por las razones extradeportivas que a nadie escapan y el Ingeniero mantiene a su tropa cohesionada.