El Petrocub o la encerrona moldava
Javier González-Cotta 10/12/2024 |
Tirando de generosidad, a usted sólo le podría sonar del fútbol de Moldavia el curioso y más que rocambolesco equipo del Sheriff Tiraspol. Dícese del club perteneciente a la región prorrusa y separatista de Transnistria (220.000 rusos, la mitad de la población), que se declaró unilateralmente independiente del gobierno de Chisinau, la capital de Moldavia, y que vive largos años en el vacío en cuanto a estatus internacional. Los rescoldos de aquel espantajo llamado la URSS aún se mantienen en aquellos híbridos parajes situados al este de Europa.
El Sheriff Tiraspol (el nombre Sheriff remite a un conglomerado empresarial fundado –ojo ahí– por dos exagentes de la KGB) dio su titular de gloria cuando, sorpresivamente, ganó en el Santiago Bernabéu al mismísimo Real Madrid en un partido de Champions de 2021 (a qué negarlo, más de uno disfrutó de aquella osadía). Que el fútbol en parajes como los moldavos deparan noticias chocantes lo demuestra el hecho de que Yuriy Verdydub, entrenador ucraniano y exjugador del Sheriff (equipo transnistrio y por tanto prorruso), se alistase en el ejército de Kiev nada más comenzar la invasión de Rusia cuando aún entrenaba al insólito club de sus amores. Las cosas.
El FC Sheriff comanda ahora la Superliga moldava. Suele ser la costumbre por aquellos pagos fronterizos entre Rusia, Ucrania y el eco casi inaudible de la UE. El capitalino Zimbru Chisinau marcha segundo y –es a lo que vamos– el desconocidísimo Petrocub, próximo rival del conjunto verdiblanco en la Conference, ocupa el tercer puesto en una tabla de sólo siete equipos (el encantador Floresti nos despierta la máxima ternura al marchar último con sólo un punto).
Pese al dominio del FC Sheriff, el FC Petrocub (oriundo de Sarata-Gabena, en el distrito de Hincesti), ganó sin embargo la última liga moldava. Su entrenador, Andrei Martin, cuenta con un entrenador asistente con doble nacionalidad moldava y ucraniana y con dos jugadores que gozan por igual de doble pasaporte moldavo y ruso. A saber: Vsevolod Nihaev, mediocentro ofensivo, y el mediocentro a secas Mihail Platica. Si Benito Pérez Galdós dijo que doquiera que el hombre va lleva consigo su novela, hay futbolistas inéditos cuyo peregrinar por la vida demuestra que la realidad es la ficción y no su contrapunto (de ahí, también, el defensa central brasileño del Petrocub Guilherme Matheus o el senegalés mediocentro Boubacar Diallo).
Es de suponer que el improbable lector y aficionado bético seguirá a cuadros, pese a este pequeño introito sobre el insólito Petrocub. Quizá sea este Petrocub Hincesti (junto al medio galés Heart of Midlothian, el serbobosnio Borac Banja Luka, el Pafos chipriota y el armenio Noah), uno de los equipos por los que podríamos sentir especial debilidad en una fría y nostálgica tarde de diciembre liberada ya de la Magna.
El del jueves debiera ser para el cuadro de Pellegrini un aburridísimo trámite en el inexplorado Stadionul Municipal, que así se llama el estadio del Petrocub. Así y todo, visto el precedente bético respecto a otro de los más ilustres peregrinos, el Mlada Boleslav, no hay nadie que pueda fiarse de la comparecencia verdiblanca en la Conference. Lesionados, no inscritos y sancionados (dígase Lo Celso) hacen del viaje a Moldavia una cuestión de ser o no ser en Europa para acceder a la ronda de play-off. Algún malévolo dirá que a Pellegrini podría distraerle más conocer en la intimidad los intríngulis y recelos entre la Moldavia pro-UE y la República Moldava de Pridnestrovia (nombre oficial de Transnistria), que saber acerca de las balompédicas prestaciones del FC Petrocub. Piensa mal y acertarás, que decía aquel.