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Efecto llamada

Antonio Félix
Antonio Félix
09/08/2018

Seguimos mirando al Betis. Absolutamente asombrados. Hasta ayer era un club tendente a la flagelación, el barullo y la derrota. Pero, de repente, se ha hecho la calma. Decía Bernard Shaw: "La paz no sólo es mucho mejor que la guerra, sino infinitamente más difícil". He ahí el mérito de todo este Betis, con Lorenzo Serra a la cabeza. ¿Cómo ha logrado tan inmediata, tan tercamente esa paz? Todo fluye en el equipo verdiblanco, que sigue levantando una ola de enorme expectación. La sensación es que, en la temporada de regreso a Europa, las cosas no se han podido planificar mejor. Se ha vendido caro y se ha comprado de lujo para reforzar a un equipo con sólidos pilares. Uno de ellos es Loren, que sigue saliendo casi a gol por partido. Nos detenemos en él.

Me detengo en el bar de la ciudad deportiva del Betis con un buen amigo, verdiblanco hasta la médula, residente temporalmente en Melilla. "Al llegar me encontré con que la ciudad tenía una peña del Madrid, otra del Barça y otra... del Betis. Eso ayudó". Melilla es una ciudad bella y dura, dice. "Eso de ser punto de encuentro del primer y tercer mundo es un tópico cierto y terrible. Convives con él a diario. Cuando coges el barco para volver a la península, por ejemplo, te topas con decenas de chavales intentando burlar a los agentes del puerto. Tratan de colarse o amarrarse a algún cabo del buque. Así que tú vas en tu camarote, plácidamente, y sabes que ahí fuera habrá uno, dos o tres críos enganchados en alguna congelada chapa. Te recuerdo que son siete horas de trayecto a través del mar de Alborán. Quién crees que de esos chavales llega".

"La marginalidad en Melilla es endémica y probablemente irresoluble, en buena medida por cuestiones políticas –sigue mi amigo- Pero al menos sirvió para que se crearan campos de fútbol por doquier, con la excusa de combatirla con el deporte. No creo que haya una ciudad que supere a Melilla en eso. Son campos espléndidos que te encuentras por todos lados: camino de la playa, del hermoso centro modernista, pero también en el extrarradio, junto a interminables estercoleros. En todos hay una actividad frenética, de la mañana a la noche. Es una pasada ver a tanto niño y niña dándole al balón, persiguiendo el sueño de sus ídolos".

Uno de ellos bien podría ser Loren. En la peña abundan los chavales con la camiseta del nuevo crack del Betis. Un caso, desde luego, de lo más estimulante. Desapercibido en la cantera verdiblanca hasta última hora, ya con 24 años a cuestas y a punto de aceptar ofertas a ninguna parte, al chaval le llegó la oportunidad de la manera más rocambolesca. Con los delanteros del Betis lesionados, el Sevilla le birló el fichaje que pretendía en el mercado invernal, Sandro. Quique Setién, un entrenador bendito para la cantera, tiró de Loren. En su primer partido, marcó dos goles. En el segundo, sumó otro. Pronto se recuperó Sergio León, y después Sanabria. Pero el titular en la punta estaba ya decidido. Loren acabó el curso con 7 goles en 15 partidos -9 victorias- y una pinta de futbolista tremendo. Sandro, el jugador que probablemente le habría mandado al abismo, no llegó a estrenar su cuenta en el Sevilla.

Loren parece un ejemplo a seguir por esos cientos, miles de chavales que corretean por los verdes y brillantes campos de la ciudad. Mi amigo lo discute. "Esa historia tiene matices. Se puede decir que si Loren llegó, fue por la cabezonería de su padre". Loren es hijo de aquel central homónimo, tosco y cumplidor que a principios de siglo pasó por el Sevilla de Caparrós. "Este hombre pagó un dinerito para sacar al chaval del Marbella, donde lo creía infravalorado. Lo intentó meter en el Sevilla, que le rechazó, y acabó en el Betis, donde apenas destacaba. Como dices, con 24 años ya, se lo querían quitar de encima cuando le llegó su pequeña oportunidad. Siendo realistas, ¿cuántos casos así crees que suceden en el fútbol? ¿Uno entre un millón? ¿Uno entre 10 millones?"

Miramos a los chavales que corretean por los mismos campos que, en unas horas, verán entrenar a Loren. Recordamos esa plaga del fútbol base, los padres maleducados, groseros, avaros, egoístas, que chillan y regañan a críos que no levantan tres palmos del suelo, convencidos de que esa exagerada presión es necesaria para moldear al nuevo Messi que, indiscutiblemente, la fortuna ha puesto en sus manos. Nos preguntamos cuántos de esos chavales llegarán, y sobre todo cuántos estarán preparados para no llegar. Hace unos días, mi amigo reconoció, entre los críos del fútbol, a algunos de los chicos que burlaban a los patrulleros del puerto. Así es la vida. Ajenos a cualquier destino, los niños bullen por Heliópolis, exultantes, disfrutando inagotablemente del efímero sueño. En su momento, David ben Gurion dijo que, en Israel, "para ser realista hace falta creer en los milagros". No se me ocurre un lema mejor para todos aquellos que quieren ser como Loren.