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Hugo

Antonio Félix
Antonio Félix
29/04/2020

Hugo Galera fue un presidente pasajero del Betis y uno de los hombres más importantes de su historia.

Nada de lo que es hoy el Betis, y esencialmente es una institución democrática, sería sin él.

A principios del siglo, el Betis era un equipo exitoso y un club podrido. La égida de Manuel Ruiz de Lopera resultaba incontestable. La prensa o bien se plegaba o bien se escondía, pues molestar a don Manuel suponía sufrir, de inmediato, todo tipo de represalias. Nada, ni siquiera tu vida privada, estaba a salvo de tamaña perturbación. La afición desconocía y manseaba. La oposición ni existía ni tenía visos de existir. En ese escenario surgieron Galera y su grupo, Béticos por el Villamarín. Dicen que les despertó una portada de El Mundo que traía en su mano Leonardo Rodríguez de la Borbolla. En su incorregible romanticismo, estos locos confiaban todavía en el filo de una prensa descarnada, libre y (esto aún no lo sabíamos) moribunda.

De inmediato y como era natural, el loperismo los masacró. Otro sector de la hinchada sospechó: algo vendrían éstos a buscar. Una tercera parte les recriminó por su legado. Ese legado fue precisamente Lopera, a quien el pasajero presidente Galera entregó el Betis. "Fue el gran error de mi vida", confesó, "y jamás me detendré hasta corregirlo". Efectivamente, Galera perseguiría a Lopera hasta el fin de sus días con la tenacidad inquebrantable, ciega, de un Ahab.

Presencié muy de cerca esa batalla. No fueron pocas las veces en que les advertí: "Sabéis que jamás ganaréis". Siempre me parecieron unos amables suicidas: el grupo salvaje de Peckinpah con chaqués y pisacorbatas. Lo normal es que pronto hubieran caído. Lo sorprendente era que perduraran. Lo imposible, que ascendieran a un poder que decían no querer. Sucedió lo sorprendente. Resistieron, acosaron y empujaron a Lopera fuera del Betis. El beticismo despertó. Y el poder, efectivamente, lo tomaron otros. Para entonces, el grupo había crecido con vastas alianzas que después, en el juego de las togas y los sillones, devinieron en firmes traiciones. Era condición humana. Presumían que sucedería.

Fue entonces, al final del camino, cuando Galera flaqueó. Se habían quedado solos en el frente judicial contra Lopera, ya fuera del Betis tras ser halagado y recompensado por sus propios dirigentes. "Es una cuestión ética: no podemos pactar con el tirano", proclamaba con palabras sin apenas ya eco. Galera reunió al grupo y les conminó a dejarlo. "Sé lo que os ha costado, lo que habéis sufrido, las presiones que recibís, y entendería que también vosotros os fuerais". Nadie lo hizo. Llegaron ahí juntos, y juntos se mantendrían. Y en ese preciso momento todos entendieron la extensión de su victoria en aquella gran aventura.

La vida de Hugo Galera fue de una intensidad extraordinaria. Me remito a las magistrales semblanzas firmadas por Jesús Álvarez en ABC o Lucas Haurie en este mismo portal. Ahí queda todo dicho. Contrasta, sin embargo, el reconocimiento otorgado en su adiós por la comunidad científica frente al de la comunidad bética. Pues si en un lado su obra fue imponente, en éste resultó, sencillamente, increíble. Nadie sabe qué hubiera sido del Betis sin Galera y los magníficos Béticos por el Villamarín. Sí que, gracias a ellos, se acabó con la mayor era de tiranía, oscurantez e incivismo que en su historia ha sufrido el club verdiblanco. Otros subieron a esa ola. Otros recogieron los frutos y los saborearon. Pero sabedlo bien todos: fueron Hugo y sus béticos quienes lo vencieron.