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Líder virtual

Antonio Félix
Antonio Félix
30/09/2020

El Betis se presentó en Getafe como líder virtual de la Liga, es decir, se presentó en su estado natural, bárbaro, mecido de nuevo en ese mundo feliz que nadie más contempla, pero que el club verdiblanco ha interiorizado hasta convencerse de que ésa, y solamente ésa, es la auténtica realidad,  presta a aflorar en cualquier instante para persuadir al orbe de la grandeza que, al fin, sus jerarcas han inoculado a este equipo campeón.

El Betis llegó a Getafe entre el clamor de las trompetas de su bardos, que presentaban al líder de la Liga, firmante de dos triunfos en sus dos primeros partidos, apenas descabalgado por todo un Real Madrid necesitado, además, de la ayuda milimétrica del VAR. Que presentaban a un equipo de autor, inspirado por don Manuel Pellegrini, recién pero incontestable monarca de Heliópolis, revitalizante de un equipo prácticamente igual al que acabó el 15 del anterior campeonato, pero dotado ahora de un brutal rigor defensivo, fresco en el juego combinativo, profundo de banquillo, con retazos de genialidad en los pies de Fekir y hasta, incluso, un vivo fulgor en su acabado con la deseada reentrée de Tony Sanabria.

El Getafe recibió al líder virtual de la Liga, y en media hora lo despedazó.

Y, de repente, como en el viejo cuento del emperador, la cruda desnudez del Betis, la misma, exacta, que arrastra desde hace años, quedó expuesta en todo su esplendor. Fue entonces cuando se recordaron otros datos que olvidaban los bardos. Que las dos victorias llegaron ante el Alavés, colista virtual de la Liga (un punto en tres partidos) y Valladolid (vicecolista virtual, dos puntos en tres). Que frente al Madrid pasó lo de siempre y que, ya ahí, comenzaron a observarse las fantásticas lagunas defensivas que tanto venían caracterizando a este Betis. Que don Manuel Pellegrini, desde su incontestable trono, comenzaba a hacer cositas raras, como quitar siempre a Fekir en el tramo final de los partidos. Y que a Fekir seguía sin apenas vérsele salvo en los encuentros de postín y en los arreones finales… esos mismos para los que ahora le borraba el señor Pellegrini. Que Sanabria es un delantero de mentira, y que lejos está de arreglar los monstruosos problemas con el gol que presenta el Betis, que a estas alturas se resumen así: cuatro partidos y cero tantos entre sus tres reputados delanteros.

Toda esta casuística ha de contemplarse en un marco general, bien sabido por otro lado en Heliópolis desde tiempos remotos: es el mal del Narciso. Cada vez que al Betis le doran la píldora, le sucede el batacazo. No se conocen muchos clubes con una capacidad para el embeleso semejante. Salvo contados momentos, el siglo XXI ha sido un caminar continuo por la mediocridad más exasperante. Y, sin embargo, en cuanto le tocan un poco las palmas, no hay nadie que se sienta más flamenco que este Betis. En un excelente artículo, pues era imposible distinguir si se decía en broma o en serio, si había ironía o era severo, nuestro amigo Rafael Pineda se preguntaba y qué pasaba si el Betis, si los béticos, habían elegido ese camino para ser felices, si repudiaban la asfixia de la exigencia, si se confortaban con el leve placer de lo pasajero, si se hermanaban en el arte íntimo de lamerse las heridas. Es ahí donde sigue habitando el egregio club de La Palmera, un hermoso mundo donde el líder virtual jamás pasa por el fango de Getafe.