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Llanto por Canales

Antonio Félix
Antonio Félix
11/11/2020

Creo, sinceramente, que ningún centrocampista ha jugado mejor que Sergio Canales estos tres últimos años. No digo que sea el mejor, sólo que ningún otro en el mediocampo ha jugado tan bien y tanto como el cántabro en el Betis, detalle este último no poco importante en un futbolista con su terrible historial de tempranas lesiones. Canales ha jugado desde siempre y lo ha jugado todo desde que llegó a La Palmera. Lo ha hecho, además, de dos únicas maneras: bien e increíblemente bien. No se le recuerda un mal partido a un chaval que, merecidísimamente, a pesar de rozar ya la treintena y trabajar en un equipo sin mayores aspiraciones, ha regresado a la Selección, en la que ha tomado galones de inmediato. Sumido en el ostracismo al que te obliga el Betis en cuanto te alejas de los Bermejales, el mundo parece haber descubierto otra vez con la Roja el maravilloso fútbol del 10. Es un genio sin discusión. Si mañana aterrizara un extraterreste y preguntara cómo hay que jugar a eso del balón, bastaría con responderle: como lo hace Canales.

La historia de Sergio Canales no deja de ser extraordinaria y penosamente sugerente. Alguien podría ponerle como ejemplo de ese lugar común que dice que el talento no lo es todo. El talento a Canales se le caía de los bolsillos desde que saltó a la fama en el Racing, con 18 años y dos goles de picadita al Sevilla de Manolo Jiménez. Con aquel comienzo alguien podría decir que su ineludible destino sería acabar en el Betis. Para su pesar, así fue. Canales se convirtió en la tremenda fuerza centrípeta a partir de la cual Lorenzo Serra quería dinamitar, otra vez, la mansa naturaleza verdiblanca. Y, por un instante, parecieron lograrlo, antes de rendirse nuevamente a la singular e inapelable capacidad autodestructiva del propio Betis.

Hay jugadores que con casi nada lo han ganado todo (el club de Karembeu) y jugadores como Canales, que con todo no van a hacer apenas nada en su paso por el fútbol. Jugadores que protagonizan batallas cruentas, finales luchadas hasta el último aliento, la gloria al fin conquistada. Y jugadores que narrarán batallitas sin sentido, ya frente al yugo de la desmemoria. Dentro de unos años, si nada cambia, Sergio Canales se retirará y contará que el Madrid le reclutó con 19 años, que una malhadada lesión le jodió, pero que luego pasó por clubes famosos como el Valencia, la Real y el Betis, en los que jugó deliciosamente al fútbol, como un centrocampista total, generoso en el quite e inigualable en el ataque, un futbolista con recorrido, alcance, desborde, tiro y gol. Contará que marcó algunos tantos geniales y que inventó asistencias que nadie más habría soñado. Contará que levantaba de sus asientos a multitudes, y lo hará ante miradas desconfiadas o, tal vez peor, conniventes. Sólo unos pocos nostálgicos, impenitentes mendigos del buen fútbol, le creeremos.