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H&C negocian con una oposición cuya paciencia durará hasta la junta

Lucas Haurie
Lucas Haurie
03/12/2020

Inmerso por la inepcia oceánica de su collera dirigente en una devastadora crisis económica y deportiva, el Real Betis Balompié SAD camina hacia su junta general de accionistas del 21 de los corrientes acompañado por dos fantasmas que parecían desterrados pero que han reaparecido en este otoño tenebroso: el concurso de acreedores y el descenso. Algunos de los principales accionistas de la entidad, justo los que no están representados en el consejo de administración, viven con angustia esta deriva y han instado al presidente Haro y al vicepresidente López Catalán a provocar con su marcha -se utiliza la eufemística expresión de "paso al lado"- la catarsis que necesita para regenerarse toda estructura podrida. Y no van a irse de grado, desde luego, pero se buscan soluciones.

Ángel Haro y José Miguel López Catalán jamás se han negado, desde su llegada al Betis, a estar acompañados en el órgano de gobierno por representantes del resto de las “familias” de accionistas. El problema es, ¿en calidad de qué? ¿De consejeros o de palmeros? La nomenclatura nos remite a la primera respuesta; la experiencia, a la segunda. Y que le pregunten, si no, a Rafael Salas u otros… Así, H&C desean ahora renovar su poder con una jugada que ellos describen como "consenso" y que en realidad se pronuncia "trágala". Lo dijo el presidente hace unas semanas: "El consejo está abierto a los béticos que compartan el proyecto y las ideas", consistiendo esos "proyectos e ideas" en que él y su amigo mandan mientras los demás asienten sumidos en un inteligentísimo silencio. Ramoncito y el abogado chivato, o sea, como luminarias refulgentes del camino a la grandeza.

Pese a todo, el Real Betis cuenta con una mayoría de accionistas dispuesta a cualquier cosa con tal de contribuir a sacar al club del atolladero en el que lo han metido Haro y Catalán. De ese beticismo sin voluntad de pasar facturas –el ninguneo y el asesinato civil han sido las dos varas con las que se trata al discrepante desde hace un lustro– está impregnado el propósito de gente como Joaquín Caro Ledesma o Francisco Galera cuando dialogan con los actuales dirigentes, prestándose incluso a tender con Lorenzo Serra Ferrer los puentes dinamitados por la carga explosiva que contenían los siete folios de la vergüenza. El encaje es complicado porque la negativa del técnico mallorquín a volverse a poner bajo las órdenes de quienes aún se recrean en humillarlo es taxativa, pero torres más altas han caído.

En este preciso instante, se buscan fórmulas imaginativas para que las cosas cambien de verdad en el Betis sin que los vigentes mandatarios, aferrados al sillón por una irrompible cadena de intereses, tengan que salir escopeteados. Algún accionista principal ya ha anunciado que las negociaciones tienen fecha de caducidad: el 21 de diciembre, día de la junta. Si para entonces no ha mudado sustancialmente el funcionamiento del club, levantarán la bandera de la oposición frontal como única manera posible de derrocar a unos dirigentes que avanzan raudos hacia el precipicio.