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Imitación

Antonio Félix
Antonio Félix
16/03/2022

Discrepando con mi reverenciado Lucas Haurie, entiendo que el Betis se encuentra en un momento de la temporada en el que se inclinará hacia el éxito más inconmensurable o hacia el fracaso más absoluto. Es cierto que tiene a un paso ganar la Copa, muy a mano sellar la zona europea en la Liga y que todavía cuenta con opciones, algo más remotas, de tocar plata en la Europa League, con lo cual, sí, querido Haurie, su curso se saldaría entre fenomenal y excelente. Pero de igual manera, y con toda naturalidad, el Betis puede cascarla en la Cartuja frente al Valencia, caer al séptimo puesto en la Liga y quedar inmediatamente apeado de Europa. Y, entonces, ¿cómo llamaríamos a esta temporada? Fracaso. El más lindo, temible y estrepitoso fracaso.

Y esa amenaza de apocalipsis que, hace apenas unas semanas, era absolutamente impensable acontece ahora con creciente intensidad. ¿Por qué? Porque, amigos, la gasolina se ha terminado. Ya antes del derbi, el equipo echó un vistazo al depósito y torció el gesto. El duelo con el Sevilla fue la constatación de que los días salvajes tocaban a su fin. Se acabó el Betis de las exhibiciones portentosas, de ese fútbol vigoroso y bello que destrozaba al rival como destrozan las tormentas. Desde ese momento se ha visto a un Betis más comedido, ahorrando, cada vez más vistosamente, unos esfuerzos para los que ya no encuentra la energía suficiente. Podríamos pensar que se trata de un desfallecimiento pasajero, pero la premura de la competición y los signos que arroja no dejan de resultar alarmantes. El último movimiento de Pellegrini en el equipo, dotar al mediocampo de Paul junto a Guido, resulta de lo más sintomático al respecto.

El bajón del Betis es considerable, y de él dio justa fe el duelo con el Eintracht cuya vuelta deparará interesantes certidumbres. Cada partido llevado a la tralla física tiene pinta de convertirse en un calvario para el equipo verdiblanco, que tira con Canales cojo, Guido en la reserva, Juanmigol seco y Fekir aislado. No debería, sin embargo, cundir el pánico. La versión ligera del Betis también es competitiva, como se demostró frente al Athletic. Solamente hay que retocar el plan con calma, inteligencia y sensatez, cualidades de las que Manuel Pellegrini parece ir sobrado. A partir de ahí, el resto correrá de cuenta del orgullo que muestre el equipo, de su capacidad de resistencia ante las adversidades, de una fe en el triunfo absurdamente insensata que te eleve por encima de límites infranqueables. En resumen, lo que tendrá que hacer el Betis es imitar al Sevilla.