Giro a los años 90

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
30/09/2022

Picoteando de aquí y de allá, parece ser que el fútbol ha tenido como un apretón… de nostalgia. Volvemos a los años 90, los del pasado siglo. España se modernizaba aún más, casi a la carrera. El ladrillo causaba furor. El "por consiguiente" de Felipe González era como la muletilla nacional. Noches de Marbella y la 'jet set' bronceada en su apogeo. De vez en cuando, un atentado de ETA. La cultura del pelotazo se estudia hoy como variante católica del muy antipático protestantismo del esfuerzo. Expo del 92 y Olimpiadas de Barcelona para abrir boca en la década. El dinero fácil trajo años de corrupción y un gran paréntesis de crisis entre fastos y mariscadas. A su manera, el fútbol de los 90 no desentona en aquel contexto. Unos lo añoran más que otros, sobre todo quienes hoy detestan los modos sociológicos del llamado fútbol moderno. Igual que ahora vuelve el CD como formato demandado (el vinilo lo hizo antes), el fútbol noventero reaparece, siquiera como fogonazo, lo mismo en Italia que aquí en España. Véase.

A la triunfadora Giorgia Meloni, que hoy dice ser seguidora de la Roma, le han recordado que por los 90 presumía de ser una hincha férvida de la Lazio, el otro equipo romano, históricamente vinculado al fascismo y a Mussolini (en los 70 un grupo de futbolistas de la Lazio simpatizaba con la ultraderecha y solía ir armado: fueron parte del equipo, el de 'la Lazio de las pistolas', que hizo ganar por primera vez un 'Scudetto' al club 'biancoceleste'). La lideresa de Hermanos de Italia ha querido olvidar su juventud lazial. Su madre, sin embargo, sí que presume de seguir a la Lazio con fervor. Su cuñado y también portavoz de Hermanos de Italia, Francesco Lollobrigida, suele acudir al Estadio Olímpico para animar a los suyos. 

El templo olímpico, compartido con la Roma, aún preserva en su entrada una suerte de obelisco en homenaje a Benito Mussolini. Parece ser que el Duce simpatizaba con los 'biancocelesti'. Como decimos, según han rebuscado en el basural de las redes, en los 90 la hoy deslumbrante Meloni confesaba su fe por el águila (emblema de la Lazio) y se confesaba afín al supuesto equipo del neofascismo (dicho sea exageradamente). Hoy proclama su romanismo deportivo y Francesco Totti alumbra sus días y algunos de sus discursos políticos. Ya extrañaba que fuera de la Lazio. Meloni se crio en el barrio de menestrales de la Garbatella, donde resultaba exótico, extraterrestre o directamente provocador que alguien fuera hincha de la Lazio y no de la Roma.

Otro giro noventero del fútbol nos pilla mucho más cerca. Canal Sur Televisión volverá a emitir 'Gol a Gol' este domingo, tras casi diez años de desaparición de la parrilla televisiva. Sus primeras emisiones hay que buscarlas bajo el bigote inmóvil del primer José María Aznar (en Andalucía seguía el virreinato socialista de Manolo Chaves, el ahora reo en ciernes). 'Gol a Gol' se estrenó en verano de 1998, con aquellos programas primigenios, conducidos –si no nos equivocamos– por los dos Ángeles (Acién y Gámiz) y por el recientemente malogrado Santi Roldán (qepd). Los dos primeros regresan ahora con 'Gol a Gol', acompañados por Marta Paneque. Por 'Gol a Gol' pasaron muchos entrevistados que convierten la memoria en un museo de cera. Por la época éramos veinteañeros, como quien esto escribe. En Sevilla, en la acera en verde, ya se había instalado la sin par era loperiana a partir del episodio del fax. En la otra acera, la de Nervión, mandaban las peculiares gafas de sol de Luis Cuervas, con quien llegó Maradona. De todo ello se cumplen justo ahora 30 años, al alimón que la guerra de los Balcanes (el Sevilla FC se hizo traer a la familia de Davor Suker desde su Osijek natal, situada a pocos kilómetros de la triturada Vukovar). 

Cuervas y Lopera, Lopera y Cuervas forman parte de la serie de Movistar de la que muchos futboleros hablan estos días: 'La Liga de los hombres extraordinarios'. El fútbol noventero fue sobre todo el fútbol de los presidentes que verdaderamente fueron inefables en muchos casos: Lendoiro, Caneda, Gil, Nuñez y Joan Gaspart, Mendoza y Lorenzo Sanz, Lopera, Cuervas y el aun incipiente José María del Nido (un "trepas", dice de él Caneda, aunque hace unos días bromeaba en directo en la Cope de Juanma Castaño con el propio Del Nido). La serie tiene sus trampas ‘made in Jordi Évole’ y no se ajusta del todo en imágenes ni en sucesos a la exacta década de los 90. Pero se deja ver con gusto y a muchos nos trae un colocón de nostalgia, aunque aceptamos, hoy ya cincuentones, que toda nostalgia no es más que una masturbación sentimental (Mark Twain).

Como decimos, Del Nido aparece erróneamente como uno de los hombres extraordinarios, pero no desentona porque se fraguó bajo aquel fluido. Por la época sólo figuraba como edecán del añorado Luis Cuervas, entre otras cosas el hombre del güisqui en la mano, sucedido por Rafael Carrión, "el que rompía matrimonios con hijos en el Rocío", como lo acusó en célebre ocurrencia Manuel Ruiz de Lopera (artífice del impagable "Tomen buena nota"). Memorable resulta ver de nuevo la gresca entre Lopera y Cuervas en el Hotel Colón en vísperas de un derbi, con Amparo Rubiales haciendo de árbitra de la imposible concordia. Fue sin duda uno de los momentos más estelares del fútbol español (y hasta mundial), sin olvido del episodio del busto en el palco verdiblanco o el de la célebre visita loperiana la noche de Halloween al chalet de Benjamín y que esta web deportiva, Muchodeporte.com, aportó como una de sus casi primeras exclusivas en el "tiempo real" de por aquel entonces. El episodio no ocurrió en los 90, sino en 2001. Pero no importa.

Es Lendoiro quien en el reportaje dice que Lopera hacía reír a todo el mundo en las reuniones de presidentes con sus maneras, pese a la cara de enterrador que ya gastaba por entonces. En la serie don Manuel aparece aún más apergaminado, con la piel cerúlea y la cuenca de los ojos aún más remarcada, como si anunciara ya que hoy somos y mañana no pareceremos, al modo de un Miguel Mañara. Aunque ya conocíamos por dentro su búnker del Fontanal, volver a contemplar la decoración de su taifa nos pone cara de emoticono circunspecto. Quizá sea la galería de los horrores más simpática de toda España. Se reúne allí como lo más caro de El Corte Inglés y toda la chuchería 'kitsch' y religiosa del bar Garlochí.

'La Liga de los hombres extraordinarios' es también paisaje y paisanaje de la España que hemos recreado en el primer párrafo. El fútbol de los 90 tenía usos y costumbres que hoy, como se analiza en la serie, resultan inconcebibles: machismo, xenofobia, chulería, hooliganismo de terno y corbata, fichajes presidencialistas, culto al César (Lendoiro y no Lendoiro), grandes broncas y pañoladas, ultras salvajes en las gradas y ultras en los despachos, fichajes loperianos y lendoiristas a altas horas de la noche, aires gansteriles, homofobia, comisionistas sin tapujos, guerra en las ondas entre García y De la Morena, etcétera.

Quizá sea verdad que la nostalgia resulta eyaculatoria. Pero pasado un tiempo, buena parte de aquel fútbol que ahora recreamos nos sirve de autorretrato. Di Canio, capitán de la Lazio, gustaba festejar los goles de los 90 con el brazo a la romana. Muchos de estos presidentes de los 90 fueron, a su modo, como el 'Duce' de cada uno de sus pueblos. Casi todos ensalzados y luego repudiados por los mismos suyos. Igual que la vida misma, que te eleva y te hace caer de súbito, a sabiendas de que con el ángel caído comenzó la ley de la gravedad. Sólo Del Nido se empeña en la serie en querer volver. En ese ilusorio empeño, por el "Sí o Sí" con que asegura su vuelta, quizá se halla el último tic de aquellos 90. Entre patético y entrañable.