Los colistas europeos

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
02/09/2024

Todo el mundo habla con pastosa pesadez de la vuelta a la rutina en septiembre. Conviene hacer dos cosas. Una, ponerse a cubierto de los psicólogos que aconsejan cómo afrontar la vuelta a la normalidad (dícese de la vaina del síndrome postvacacional). Y dos, rebatir que septiembre sea el mes de la rutina. Hay un ejemplo para disentir del vulgo: el fútbol. Es llegar septiembre, en teoría el mes de la mecánica rutinaria, y las ligas europeas se interrumpen de un frenazo molesto para que las selecciones nacionales puedan atender a sus compromisos. Llámenlo frenazo o gatillazo, como quieran.

No hay rutina que valga si no hay fútbol de competición. El trecho sin partidos durará casi toda la mitad de septiembre. Lo que queda atrás en agosto es lo ya sabido y no menos denunciado aquí. Esto es, la farsa de competir con el bazar de los fichajes aún abierto hasta lo rocambolesco. Lo que por ahora queda detenido, hasta el lejanísimo 13 de septiembre, es sólo un primer posado de equipos en lo alto y en lo bajo. Echemos un rápido vistazo. El pozo es más morboso que la cima.

LaLiga española y la Ligue 1 francesa han comenzado hermanadas por el habitual aburrimiento. FC Barcelona, Real Madrid y Atlético copan las tres primeras posiciones. En el hexágono francés el PSG post Mbappé lidera la clasificación con sorprendente originalidad, seguido del Olympique de Marsella como eterno segundón, mientras en la planta sótano figura el St. Étienne. Sólo la catástrofe económica del histórico Girondis de Burdeos, descendido a los abismos de la quinta división, ha puesto una nota de interés –y de piedad– en la futbolería del verano francés. En España, ni eso. El morbo, si acaso, lo da el contemplar ahora en las catacumbas al Valencia CF y al Sevilla FC. Dos gallitos despeluchados a tirones. Desde hace unos años ambos compiten en extravío institucional y deportivo y sus aficiones comparten fielato y malestar crónico a la par. Mestalla y Nervión son como dos campos de batalla cuando los cañones y la fusilería se acallan. Todo hiede a cadáveres diseminados sobre la hierba y, como es sabido, los muertos suelen perder esfínteres.

En la Premier inglesa impera el mazo del City con Haalland apisonando enemigos (siete goles en tres jornadas y un ‘hat trik’ último ante el West Ham). El interés, sin embargo, está en otro frente si uno observa el devenir gastoso y catastrófico de una institución con rango de marca de país. El Manchester United, el considerado equipo más rico del mundo, sigue acumulando fracasos en proporción a sus estratosféricos desembolsos (el fichaje del supuesto mediocentro destructor Uriarte –50 millones de euros– ha sido el último dislate). El petróleo tiene la culpa de haber echado su falso oro negro sobre la camisola de los Red Devils. El club lo rige ahora Sir Jim Ratcliffe, dueño y señor de la petrolera INEOS, quien adquirió la totalidad de las acciones a los hermanos Glazer, a su vez magnates del petróleo texano. En la última jornada, el Liverpool le propició al United una derrota en el mancillado Old Trafford. Bastaron tres arañazos (0-3). Las crónicas hablan de un Casemiro arrastrado sobre la hierba, perfilando una agonía ya más que anunciada. Parece ser que Ugarte ha venido para empeorar las cosas. Mientras tanto, el Everton, el insigne perdedor de la ciudad de Liverpool, figura en el último puesto tras haber perdido en casa frente al Bornemouth. En los últimos años ser del Everton es como un ejercicio de superación.

De la Bundesliga y la Serie A italiana, la curiosidad malsana me lleva a observar la parte de los pozos respectivos. El Como 1907 de Cesc Fábregas, uno de los equipos más noticiosos del verano en cuanto a fichajes, figura en el puesto número 20 de la Serie A. Exacto, han acertado: el último. El equipo del famoso lago lombardo, vigorizado por la cartera sin fondo de los hermanos indonesios Robert Budi y Michael Bambang Hartono, dejó atrás hace ya años la Serie D italiana y ha logrado encumbrarse a lo más alto. Pero de momento, como queda dicho, se halla bajo el primer alud de nieve de los Alpes, el coloso con el que el club comparte vecindad geográfica.

Respecto al pozo alemán, el inquilino que lo habita es el llamado equipo de las causas de izquierda y del progresismo a las finas hierbas. Se trata del histórico Sankt Pauli de Hamburgo, el equipo de marrón atuendo y al que le han dedicado documentales y libros (un día hablaremos de él con mayor pormenor). En la última jornada perdió el derbi contra el Unión Berlín, el otro equipo de marca singular en Alemania. Antaño hermanos en cuanto a filosofía por la pureza del fútbol, en los últimos años Union Berlín y St. Pauli han acabado enemistados por casi todo.

De modo que, en fin, el frenazo de septiembre (o el gatillazo) llega con este panorama en el fútbol europeo. De aquí al 13 de septiembre, cuando todo se reanude, quedará un largo tránsito de oscuridad añadida para los equipos que ya andan a oscuras en los sótanos de la clasificación. Uno de ellos nos pilla a tiro de piedra, el Sevilla FC.



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