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La cuestión es si esto tiene todavía arreglo

Juan Miguel Vega
Juan Miguel Vega
19/09/2018

Como bien saben mis allegados, soy un firme partidario de Gustavo Adolfo Bécquer y, como tal, suelo aplicarme aquello suyo tan sabio y terapéutico  de que ‘cuando siento no escribo’. Es por ello que haya dejado pasar unos días antes de acometer cualquier intento de analizar el infausto espectáculo que el Sevilla nos ofreció el domingo pasado para poder digerirlo sin exponerme a sufrir mayores estragos. Gracias a ello, puedo decirles, de entrada, que mi aparato digestivo está en estos momentos perfectamente listo para que pueda comerme con papas toda esa milonga que les solté el otro día sobre las sensaciones que ofrece el equipo. Leche migá. Ya ni eso. Es más, ahora son precisamente las sensaciones lo peor que ofrece; y eso que perder cero a dos con el Getafe en casa es difícilmente empeorable (valga el palabro). Pues sí. Las sensaciones son peores todavía. La verdad es que el mismo domingo ya desde el inicio la cosa prometía emociones fuertes y seguramente desagradables. La alineación era algo así como el catálogo de monstruos infrahumanos de la isla del doctor Moreau. Un documento era esa alineación más propio de haber sido escudriñado en un programa de Cuarto Milenio que de, un poner, Estudio Estadio. Me hubiera gustado saber a qué conspiración planetaria habría atribuido Enrique de Vicente la inclusión en el once de Aleix Vidal como lateral izquierdo o la presencia en la zaga del orondo Gnagnon (pronúnciese Ñam-ñam), a quien sólo le falta salir al campo con la coronita del Burger King y a cuya vera el Romaric más fondón habría pasado por un maratoniano etíope. Pero no es cuestión de cebarse (nunca mejor dicho) con este chaval, porque el recital del resto del equipo fue en general como para que figurase en la antología del cante, lo cual resulta muy a propósito ahora que estamos en plena Bienal. Están además los incomprensibles espasmos nerviosos de Roque Mesa, las ya habituales pérdidas de balón del consagrado Banega y un sin fin de cosas más. Sí, está también Nolito, centro neurálgico de las iras del respetable. Pero, como bien señalaba un vecino de localidad, el sanluqueño, que es cierto que desde hace tiempo está más para coger camarones en Chipiona que para jugar al fútbol, al menos se ofrecía. Falló porque lo intentaba, mientras que André Silva no falló sencillamente porque no tocó la pelota. La gente saltó contra Pepe Castro, pero el periscopio inevitablemente empieza ya a dirigirse hacia Pablo Machín. ¿Porqué saca a la gente que saca y no a otra? ¿En todo va a resultar tan testarudamente obstinado como en su error de no darle minutos a Ben Yedder? ¿No será que, por lo que aprecia en los entrenamientos, el denostado Nolito está mejor que todas sus posibles alternativas? En este sin duda inquietante panorama se debate una afición que, para colmo, el domingo tuvo hasta que sacarle las castañas del fuego al de la megafonía del estadio que, por despiste o fallo técnico, no puso el himno del Centenario cuando salieron los equipos, así que la grada tuvo que entonarlo a capela. La cuestión es que ya, aun estando todavía a estas iniciales alturas, el personal se pregunta si esto que tiene tan mala pinta podrá tener arreglo con los mismos bueyes que hemos visto arar tan malamente y que ya no se pueden cambiar. Si a los que están al frente les queda aún capacidad para revertir esta crisis que ya viene de largo o si en el Sevilla hará falta una catarsis para que se pueda volver a la senda de la felicidad y los triunfos que tantos años costó encontrar.