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'Ya pagas tú', por Antonio Félix

Antonio Félix
Antonio Félix
15/04/2020

Son tiempos así los que nos descubren a los grandes hombres (les animo a que echen un ojo a don Antonio Costa, primer ministro de Portugal), a las grandes instituciones. El Sevilla Fútbol Club, un suponer. El orgullo de Andalucía, el pentacampeón de Europa, ejemplo de sevillanía y tal y tal. El mejor momento para mostrar clase y categoría. El peor para dar vergüenza, para ser inmoral.

Que se conozcan, el Sevilla ha tomado dos iniciativas frente a la crisis del coronavirus. La primera fue lanzar un lema en sus redes sociales: "¡World: Let's never surrender!" Total. La segunda fue anunciar un ERTE para sus empleados, con exclusión de los altos directivos y miembros del consejo de administración, a quienes se facultaba para que, 'voluntariamente', redujeran en la cuantía que consideraran sus emolumentos.

Recuerden: estamos en el tiempo de la solidaridad, del heroísmo, de arrimar el hombro para que, al fin, no paguen los mismos de siempre. Ese es el discurso oficial, que especialmente han hecho suyo las más altas instituciones. Otra cosa es la manera en la que han decidido llevarlo a cabo. Algo jodidamente chirría ahí. Es el caso del Sevilla, un club del que se ha halagado hasta el hartazgo su bienestar económico. Y como para no hacerlo. Los últimos años han transcurrido de superávit en superávit, al punto de acumular 101 millones de euros en fondos propios, como felizmente anotaron en su última asamblea. La cuestión, pues, es que el Sevilla no tiene inconveniente en pagar la mordida a sus gerifaltes ni el sueldaco a sus directivos, pero le resulta impensable hacerlo con sus administrativos o taquilleros. Y, aun más, a pesar de tener la hucha rebosante, ha decidido que el jornal de esos trabajadores lo debe cargar el Estado, que por si alguien no hubiera caído resulta que somos usted el del Sevilla, usted el del Betis o yo mismo.

Por descontado, el Sevilla no es un caso excepcional. Más bien parece un paradigma de un tiempo donde se libra una lucha por la vida, pero también otra incluso más feroz por mantener los privilegios. Se discute estos días si este trauma será tan poderoso como para cambiar el mundo. Las lecciones que aprendimos de la anterior gran crisis, ninguna, no nos hacen ser demasiado optimistas al respecto, pero ya se verá. De momento, comprobamos que el poder se comporta con la misma impunidad de siempre, ante la consciencia de estar tratando con unos perfectos imbéciles que pronto olvidarán lo sucedido.

Una de las películas que mejor nos enseñó sobre aquella última crisis fue Margin Call, de J.C. Chandor. Hay un momento en el que Will Emerson, un experto bróker, alecciona a su novato empleado, preocupado por la tragedia que causará en la 'gente normal' el atraco que se disponían a emprender: "Mira, si la gente quiere vivir así, tener casas grandes y cochazos que no pueden pagar, es porque somos necesarios. La única razón por la que todos siguen viviendo como reyes es porque nosotros tenemos las manos en esa balanza. Si las quitáramos, el mundo entero empezaría a ser más justo rápidamente, y eso no lo quiere nadie. Dicen que sí, pero es mentira. Quieren lo que les damos nosotros, pero se hacen los inocentes fingiendo no tener ni idea de dónde sale todo esto. ¡Así que que se joda la gente normal!".

Probablemente en el Sevilla habrán considerado la mella que sufrirá su reputación por la gente a la que van a joder. Y, evidentemente, han decidido que pueden asumirla. Dolerá ahora, pero, como dice la historia, cuentan con que el tiempo pondrá las cosas en su sitio, todo volverá a la normalidad, y estos incordios no serán más que rayas en un agua pasada mientras, al calor de los goles de su nueva estrella, la afición corea en Nervión el nombre del Sevilla grande, el pentacampeón de Europa, ejemplo y tal y tal. Y todos ellos estarán ahí para reír y verlo.