muchodeporte.com Sevilla FC

El color del delito

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
06/11/2020

El SFC pudo remontar no sólo ante el Krasnodar. Remontó también el primer pico de catastrofismo y autodestrucción, que es a lo que tiende cierto sevillismo airado y artificialmente protestón. El SFC necesitaba como un exorcismo, pero no tanto para extirpar sus demonios internos, sino para fumigar los demonios que le llegan de fuera por parte de ese corifeo de habituales irritados.

La victoria frente a los rusos no fue épica, pero se le pareció por las circunstancias adversas. Más allá del cansancio o de la falta del supremo elixir (el gol), al SFC le ha venido persiguiendo cierto tufillo de infortunio en los últimos partidos. Pero Europa parece ser el estupefaciente que alivia la torpe marcha en la liga patria. Todos pensamos en Osasuna cuando el partido acabó. El fluido del envite, fuese épico o no del todo, ha de llegar mañana en la Liga. Todo con permiso del cansancio y del cálculo del entrenador, quien habrá de mover el cuadro justo para que nada o casi nada se derrame o se salga del marco.

Dicho esto, tras acabar el partido, estuvimos contemplando el resumen de los otros partidos de Champions por la tele. Y, la verdad, poca atención prestamos a los goles y a los resultados. Uno tiene sus manías. Lejos de atenuarlas, la edad las va avivando sin solución. Hay quien alucina en colores y hay, como servidor, quien se deprime en colores. Hemos hablado ya alguna que otra vez por aquí de los punibles diseños y de los horrendos colorines que gastan algunos equipos históricos. El marketing condiciona y extorsiona. Hay primeras, segundas y terceras equipaciones que son todo un delito cromático contra el buen gusto. Vimos al Manchester United con una camiseta con rayas negras de cebra africana. No habíamos visto nada igual desde las camisolas de los jockeys en las carreras de caballos de Pineda. La Juventus gastó una equipación naranja con pegotes como de chapapote. Por un momento nos acordamos de sus amantes, novias o esposas: en las bodas místicas de antaño el naranja simbolizaba el enlace consagrado por las religiones al mismo tiempo que, por oposición, designaba el adulterio. Todos los jugadores de la Juventus nos parecieron unos cornudos y les pusimos una flor de caléndula a cada uno, símbolo de lo dicho: el cornudo.

¿Y la Lazio? Vimos a los laziales blanquicelestes jugar ante el Zénit con un atuendo verde casi fosforito que habría hecho remover en su tumba a Luigi Bigiarelli, oficial de los pomposos Bersaglieri italianos, quien fundara el club en 1900. La Lazio gastaría luego los colores azul y blanco en honor a la Grecia clásica. Fue poco antes de que el fascismo de Mussolinni fuera preñando a los seguidores laziales hasta llegar con el tiempo al clan de los 'Irreducibili' en los años 80 (según Enric González “el grupo más fascista, racista, homófobo y antisemita” que podía existir). No entramos en cuitas ideológicas, sino en la indecorosa puesta en escena que ahora gasta este equipo histórico, que olvida los tintes de la eterna Grecia y prefiere vestir del color verde limón del Calippo de nuestra infancia.

El SFC no ha escapado de la terrible tendencia en alguna que otra temporada. Resulta inadmisible. El blanco, el rojo y el negro, justo la trinidad cromática que gasta nuestro equipo, eran considerados los colores de lo absoluto en la antigüedad. Obviamente, acerca del verde, hacemos de Schubert nuestro compositor favorito y damos volumen a su La bella molinera y a su Viaje de invierno. "Estoy dispuesto a huir del mundo con tal de huir del verde", dijo. Lo suscribimos.