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El Real de Madrid is coming

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
04/12/2020

No creo que haya que irritarse demasiado por el póker de goles que nos hizo el Chelsea del apolíneo Olivier Giroud. Diremos que el SFC no estuvo de verbena, ni hizo tanto el ridículo ni mostró la merma de su segunda línea de flotación sin titulares claros. Con esto queremos decir casi justo lo contrario, como acostumbramos a leer en las crónicas deportivas que se desdicen en su análisis entre inicio y final. O sea, que el SFC estuvo un poco verbenero, que a ratos afloró el sonrojo o el ridículo y que mostró que los segundos nunca serán los primeros en este equipo.

Con todo, el fútbol es presente o, mejor dicho, presentismo puro y duro. Ahora se aviene el amado Real de Madrid, tan querido por estos lares. No importa que en lontananza, como posibles rivales en octavos de Champions, nos pueda tocar el Manchester City, el Bayern de Múnich, el Liverpool, el Dortmund, la Juventus, el PSG o el Manchester United. Igual, con algo de suerte, nos enfrentaríamos a la pandilla de los benignos, como el Shakhtar Donetsk, el anodino Leizpig, la Lazio celeste o el intragable Borussia Mönchengladbach. Si nos tocara el Mönchengladbach moriremos en octavos sí o sí. O bien por caer eliminados o, como decía el gran Julio Camba en sus años de corresponsal en Berlín, por cólico de léxico en alemán. La lengua de Goethe siempre se nos antojó difícil y llena de palabras asfixiantes e interminables.

No miremos, pues, al futuro. Y centrémonos, como decíamos, en recibir con loas, cabezadas de salutación y guirnaldas hawaianas al Real de Madrid. Mientras escribimos estas líneas no sabemos aún si Sergio Ramos jugará o no el partido de liga en Nervión. Sí sabemos que el equipo de nuestros amores acaba de hacerse la foto oficial del club. Quien se mueva no sale en la foto, decía Alfonso Guerra en sus años de vicepresidente y oyente mayor del reino. Nos llegan noticias desde el vasto poblachón manchego de que Zidane podría ser destituido si los resultados adversos continúan. Si esto ocurre será debido a la foto de marras. Concluiremos, por tanto, que Zidane se movió en el retrato de familia y fue invitado a salir del mismo.

Hay quienes no comprenden la inquina que desde casi la remota infancia le tenemos al Real de Madrid. Llegamos a una edad en la que nos causa hartazgo explicar nuestros enconos más acendrados. Es como si tuviéramos que pedir perdón porque el Rocío no nos gusta o el Carnaval de Cádiz nos parece insufrible, aunque no hayamos hecho nunca el Camino ni visitado el Teatro Falla ni recorrido las calles gaditanas bajo las gárgaras del supuesto arte popular. Qué le vamos a hacer. El Real de Madrid forma parte de nuestro desencuentro general con el mundo. No hablamos ya de los históricos robos a los que acude nuestra nostalgia más elemental desde aquel espantajo negro llamado Raúl García de Loza. Hablamos de una aversión como 'way of life'. No es por ser acomplejados o por la supuesta frustración por no ser el Real Madrid del Sur, como hemos escuchado alguna vez con estoica violencia interior a algún madridista amigo o familiar (los tenemos, qué le vamos a hacer). Es simplemente que no lo soportamos. El corazón tiene razones que la razón tal vez podría entender. Real de Madrid is coming y esperamos que se vaya de vuelta con un buen patadón metafórico (o no).