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3-0: Un candidato con pinta de ser EL CANDIDATO

Lucas Haurie
Lucas Haurie
27/01/2021

Sin despeinarse y gustándose, el Sevilla ha despachado a ese simulacro vestido de naranja que una vez fue el temible y grandísimo Valencia, vigente campeón del torneo todavía, para meterse en los cuartos de final de la Copa del Rey, a tres partidos de otra final. La exhibición del equipo de Lopetegui fue por momentos antológica, cierto que facilitada por la endeblez del adversario, hasta el punto de erigirse en un favorito señaladísimo para alzar el título. Escrito quede con mucho respeto por el resto de supervivientes y con veneración hacia Leo Messi, por más que ni él ni el Barça sean hoy los que solían ser. 

El trabajo del cronista consiste en contar historias, así de fácil, pero que guarden una relación íntima con la realidad. Es un pecado capital inventarse hechos, sin duda, aunque conviene cultivar cierta capacidad para la fabulación a partir de la información de que se dispone. Periodístico o novelesco, un relato no deja de ser un relato, si disculpan la tautología, y éste debe responder a ciertos cánones, entre los que no es insignificante el pintoresquismo o la nota de color. Porque una cosa es afirmar que el Sevilla se toma muy en serio esta Copa del Rey, lo que resulta una evidencia, y casi lo mismo –pero con su toque de reportero antiguo– es narrarles en el siguiente párrafo un cuento que podrán creer o no, allá cada cual.

Tres cambios, tres, operó Julen Lopetegui en su alineación habitual para recibir al disminuido Valencia, que el fin de semana se juega media permanencia contra el Elche. Lo mínimo que se despacha en rotaciones, o sea. Todo pudo empezar con un intercambio de sarcasmos en el chat informal de algunos dignatarios sevillistas el martes por la noche, en el instante en Oyarzabal batió a Joel Robles (“Goooool”, teclearon varios al unísono). Alivio que se trocó en inquietud cuando Illarramendi fue expulsado y que iba degenerando en angustia a medida que se sustanciaba la remontada bética. “La verdad es que Pellegrini ha mejorado al equipo”. “Tienen el viento a favor”. “Y parece que ha cambiado hasta el signo de los arbitrajes”. “Cuidado que verás”. “¿Cuándo era el sorteo?” “¿Ha ganado el Villarreal? Mira, mejor”. “Joder, hasta Borja Iglesias mete goles”. “Oye, mañana ni una tontería con la alineación”. “Yo hasta convocaba al Papu, fíjate lo que te digo…”.

Porque uno, que acumula ya bastantes trienios en el oficio, estaba en Madeira el día en que José María del Nido (sénior) anunció con solemnidad y tino la conclusión de la era de la liga particular, de la ojeriza vecinal, de la dualidad hispalense, de la miopía cainita o de cómo demonios desee cada cual denominar a la rivalidad obsesiva entre los dos clubes principales de la ciudad (él pronunció en algún momento la palabra “provinciano”, creo recodar). Pero esa proclama, bella y rentabilísima desde el punto de vista de la filosofía y del marketing, sigue sin creérsela nadie casi dos decenios después. Y, menos que nadie, el presidente del Sevilla, el vicepresidente, su director deportivo, sus empleados, técnicos, accionistas, abonados, hinchas y simpatizantes. No existe un sevillista sobre la faz del planeta que no viva enfermizamente pendiente de cada partido del Betis (y viceversa, no se me ponga nadie estupendo). ¿Se toma en serio el Sevilla esta Copa del Rey? Mientras estén los de verdiblanco, más en serio que una inspección de Hacienda.

A los cinco minutos, apagado el furor inicial con el que presionó la muchachada levantina, quedó claro que el Sevilla pasaría la eliminatoria salvo improbable catástrofe. Los locales monopolizaban el balón como en un entrenamiento y enlazaban ataques contra un rival que perseguía sombras. De Jong inauguró el marcador tras córner lanzado por Acuña y, poco después, le cupo el honor de culminar una obra de arte colectiva, una larga acción combinativa que transitó por las cuatro esquinas del campo hasta Munir, cuyo centro raso recentró Suso con un sutil toque de zurda para que el neerlandés fusilase a Rivero. No quedó ahí el alarde esteticista, pues Rakitic dejó liquidado el pleito antes del descanso con una vaselina bárbara en la que destiló la mucha clase que, pese a su deficiente media temporada, aún conserva.

No existe mejor forma de dosificar esfuerzos que una triple ventaja en la primera parte. Reposan los jugadores sustituidos y descansan también los que siguen en el césped, pues se limitan a corretear para cubrir el trámite. Por eso extraña sobremanera la manía de algunos entrenadores de comprometer los partidos con alineaciones raras que luego deben subsanar con urgencia. No reincidió pues Lopetegui en el pecado de Leganés y pudo administrar a su gente en el segundo periodo: Suso, Acuña y Navas –con su alarmante renqueo de costumbre– se marcharon a la caseta rondando el cuarto de hora y En-Nesyri salió unos minutillos para desengrasarse. Todo pensando en Eibar, claro, porque la Liga es la gran prioridad… hasta el sábado a las cuatro de la tarde.

Ficha técnica:

Sevilla FC (3): Bono, Jesús Navas (Aleix Vidal, minuto 66), Koundé, Sergi Gómez, Acuña (Rekik, minuto 66), Gudelj, Joan Jordán (Óliver Torres, minuto 62), Rakitic, Suso (Idrissi, minuto 62), Munir y De Jong (En-Nesyri, minuto 85).

Valencia CF (0): Rivero, Wass, Gabriel Paulista (Esquerdo, minuto 52), Guillamón, Lato, Jason, Racic (Molina, minuto 52), Koba Lein (Musah, minuto 89), Álex Blanco; Kang in y Sobrino.

Goles: 1-0, minuto 19: De Jong. 2-0, minuto 33: De Jong. 3-0, minuto 38: Rakitic.

Árbitro: Del Cerro Grande, madrileño. Amarillas para Marcos Acuña, Munir y Aleix Vidal.