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"Disculpe (Monchi) que no me levante"

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
05/03/2021

Decía Romero Murube algo así como que por la vira de oro de las tardes de marzo se veía llegar a Jesús Nazareno. Habrá que esperar a intuirlo otro día de marzo, pero no ahora. Mientras uno anda escribiendo estas líneas, el cielo plomizo nos cubre la cabeza y la lluvia martillea los cristales de la ventana. Hoy sería un día muy apropiado para la melancolía. Pero no estamos para nostalgia alguna, que es esa masturbación de la memoria de la que hablaba Mark Twain. El cielo encapotado nos cubre desde la dolorosa noche del miércoles. El martirio amargo continúa y la metáfora gris del tiempo se suma a nuestro tenaz abatimiento. Nos importa un pimiento la supuesta bronca en los túneles del Camp Nou entre directivos del SFC y jugadores del FC Indepe (por favor, pedimos de paso y a la mayor brevedad la independencia de Cataluña previo patadón). Nos importa poco el debate que se ha creado sobre si el sevillismo es incapaz de aceptar las derrotas o si somos como niñatos malcriados. Tampoco estamos para analizar y comprender que la dignidad de la derrota tiene su punto de grandeza y majestad. Puede que todos o casi todos tengan razón y respetamos las valoraciones de los amigos y compañeros de la prensa deportiva. Pero nada nos alivia de este dolor, de este peso del plomizo cielo que nos aturde de la coronilla al dedo gordo del pie. La luz de marzo que acompaña al Nazareno tendrá que esperar a mejor suerte. Y es posible que la semana que viene, aunque aparezca el sol, el nublado y la lluvia continuarán sobre nosotros tras la cita en Dortmund. Anima Monchi a levantarnos, como si aparte de Raphael quisiera hacer su propia versión del himno de Andalucía. Estimamos y creemos en nuestro faro. Pero, en verdad, no estamos para levantarnos ni del sofá, sobre todo cuando uno tiene poco de andaluz y, afortunadamente, nada de andalucismo.

Así que haremos como lo que se creía que rezaba la tumba de Groucho Marx: "Disculpe que no me levante". En realidad, es una leyenda urbana, puesto que en su lápida sólo aparecen su nombre, el año de su nacimiento y de su óbito y la hermosa estrella de David. Sí que es verdad que en una entrevista dijo que ésta era la frase que querría para su epitafio. Sea como sea le decimos a nuestro pastor y guía de San Fernando que no, que nos disculpe, pero no vamos a levantarnos. Seguiremos en el sofá de las postraciones, como el Oblómov de Goncharov. La cita de mañana en Elche, importantísima en el fondo, nos resulta como anodina o intrascendente, señal de que nuestro abatimiento parece no tener pico. Hoy seguiremos postrados y es posible que mañana también y pasado tal vez. Ni siquiera nos satisface ya abrigar el enfado, la rabia o la depresión en las sacristías de los bares, como solemos hacer con deportiva autodestrucción. El tiempo todo lo cura, suele decirse. Pero mientras tanto el dolor es grande y a Jesús Nazareno ni se le ve todavía. No apreciamos la vira de oro de la luz. Todo es apagón, fundido en negro. Así que "Disculpe (Monchi) que no me levante".