Por delante
Antonio Félix 21/07/2021 |
Tenía la sospecha de que algo no me estaban contando. Es decir, ya sabía lo del superpoderoso Sevilla, el club ejemplar, el modelo a estudiar en las universidades, la tierra donde el mago Merlín/Monchi preparaba a la megaescuadra para asustar en la próxima Champions y, por qué no, competir en la batalla de la Liga. Pero he aquí que iniciados los entrenamientos y a la vista el campeonato, el megaequipo se componía por los que ya había, Sergi Gómez mediante, más Dmitrovic. Y que la leña estaba en empujar para sacar a Joselu del Alavés siempre que se le diera puerta al gran Luuk de Jong. Y qué quieren que les diga. Pues que o se me escondía algo o yo ya no entendía nada.
Lo primero que se nos escondía era Lamela, un crack que probablemente ya nunca llegará a serlo, guinda en esa operación de venta de Bryan Gil al Tottenham sobre la que únicamente podríamos decir lo que tantas veces antes sobre Monchi: joder, este tío lo ha vuelto a hacer. Sobre la mesa, y poniendo de lado sentimentalismos con el bueno de Bryan, la cosa tendría la pinta de un pelotazo sideral. No sólo porque traería al Sevilla a un talento de talla mundial, contrastado y en el mejor momento para competir por todo justo en el año que, queda dicho, el Sevilla debería competir por todo. También por la inyección económica que alegraría al club en el mercado, ya sin quedar a expensas de la cifra de venta de Koundé. Lo dicho, de consumarse, una jugada maestra.
El tema, imagino, habrá animado a un sevillismo algo despistado hasta ahora con el curso de los acontecimientos, y que seguramente cargaría con un mosqueo monumental si no supiera que quien está a los mandos de las operaciones responde por Monchi. Igual quedó escrito que, probablemente, la mayor virtud que acarrea el genio de San Fernando en el Sevilla es la paciencia: la que tiene, provoca y otorga. Y no hay cualidad más valorada justo en este mercado pandémico y tiesuno, en el que todos aguardan un movimiento del rival del que puedan sacar ventaja. Habrá quien muera esperando. A Monchi, desde luego, todavía le queda tela que cortar. Pero, de momento, otra vez, ya va por delante.