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Matemáticas

Antonio Félix
Antonio Félix
01/09/2021

Es tiempo de disfrutar, porque el mundo se va a acabar. Al menos, el mundo tal y como lo han conocido los sevillistas. Un mundo feliz donde el Barcelona ficha al tercer delantero del Sevilla, operación que confirma, si es que aún hiciera falta, lo que desde que acabó el pasado campeonato venimos repitiendo por aquí: que jamás como en este año va a tener el equipo de Nervión una oportunidad tan clara para ganarle la Liga a los grandes. Es ahora o nunca, porque esta fiesta va tocando a su fin. Nadie sabe lo que deparará lo que llega, pero el hedor no presume nada bueno. Se avecina un tiempo más convulso, más sucio, de cierto horror.

Es curioso cómo el destino ha venido a entrelazar estos dos momentos, uno tan luminoso, otro tan inquietante. Mientras el Sevilla acapara debates sobre la potencia del equipo que ha formado, mientras se prepara para afrontar una temporada para rugir en la Champions y pelear por la Liga, en sus intestinos la descomposición crece, y el club se resquebraja en una tragedia hamletiana a la que no le falta ni la monstruosa ruptura entre el padre y el hijo. El cambio en el poder se dirime en una ajustada cuenta matemática que no tardará en salirle a los asaltantes, subasteros de corazones sevillistas a dos mil euros la pieza. Qué amor resiste esa billetada. No el del Sevilla, desde luego.

El dinero, y no otra cosa, ha cimentado el frágil equilibrio en el poder sevillista, sustentado por dispares familias regadas con millones para olvidar rencillas, hacer cúmulo y simular paz. También familias que observan, endemoniadas, cómo sus acciones pasarán a valer cero (de dos mil, a cero) en el justo momento en que a los forajidos les salga la cuenta para tomar Nervión, a ajustar nuevamente en una Junta extraordinaria que ya está en marcha. Y será ahí, o en la siguiente, o en la otra, cuando se consume la traición cantada que dará con el Sevilla en manos de Del Nido y sus oscuros secuaces. El mismo al que exoneró el propio consejo. Los mismos a quienes abrieron las puertas los actuales directivos. Qué tragedia, señor.

Tras la última embestida, salvada por un auto judicial que impidió a Del Nido votar por derecho, el sevillismo entendió la gravedad de la amenaza y sugirió una diversidad de soluciones. Esencialmente recordamos dos. Una es que los mismos que reclutaron a los cuatreros se redimieran comprando sus acciones. Cosa imposible por tiesismo. La segunda pasaba porque, como siempre, fuera el pueblo el paganini de ese rescate, bien a tocateja, bien mediante una ampliación de capital que difuminara el peso accionarial de los trileros. Tampoco se conocen muchos más pasos en esa dirección, mientras el tiempo apremia. Si no es en éste, será en el próximo, o en el siguiente. Pero está claro que los asaltantes huelen ya la sangre y no van a aflojar en un combate tan vil, tan perverso y tan humano, que trasciende al Sevilla mientras, a ojos de todos, se lanza como nunca a por la Liga.