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El bufón de la Champions

Antonio Félix
Antonio Félix
09/12/2021

Monchi lo ha vuelto a hacer. Es la primera gran conclusión que nos ofrece la temporada. Una vez más, y no crean, ya van unas cuantas, el Sevilla vuelve a fracasar en la Champions. Se trata de una cuestión recurrente y un tanto mortificante, que el genio de San Fernando no consigue arreglar. El equipo se la sigue pegando en la competición de las competiciones, incapaz de batallar entre los poderosos con la solvencia que muestra en la Liga y, no digamos, la magia que arrastra en la Europa League. En la Champions se achica, se aturde, no se encuentra. Este año se ha despedido con un ejercicio vacuo, frente a rivales mediocres ante los que se ha comportado de manera ridícula, de penalti en penalti, de expulsión en expulsión. La fase ha sido una oda a la frivolidad en un Sevilla al que se suponía sólido como una roca. En verano, Monchi apostó por un bloque repleto de experiencia con la idea de hacer fonda en la Champions. Pero ese equipo de veteranos del Vietnam ha claudicado ante el vigor y la energía de cuatro pipiolos de Salzburgo y Lille. Fracaso. Again.

El director deportivo, ante quien nos postramos, adoramos, solicitamos beatificación y cuatro estatuas en cada esquina del Ramón Sánchez-Pizjuán, esto no lo sabe hacer. No lo ha sabido hacer nunca en el Sevilla y tampoco lo supo hacer en Roma. Es evidente que la tarea no es sencilla. Todo lo contrario. Desde hace quince años, el Sevilla juega, compite y gana muchísimo más de lo que cualquier mente sana podría soñar. Eso es obra principalísima de Monchi. Pero igual que eso hay que reconocer su impericia para llevar al Sevilla al siguiente escalón, entrometerle entre los grandes y asustarles de vez en cuando. Ahí no hay manera. En la corte de la Champions, el rey de la Uefa sigue siendo un mero bufón. 

Este año, la broma ha sido chica. De tanto y tanto piñazo en la Champions, algo se debería haber aprendido, pero como que no. En esta ronda, la flaqueza del grupo y la manera de caer añaden nuevas reflexiones. Monchi, que ha llenado de vigor el entramado defensivo con dos colosos como Diego Carlos y Koundé, se muestra incapaz de inyectar esa energía en el ataque. Solamente Ocampos provoca alboroto en la ofensiva de un equipo que juega a ritmo de geriátrico. En ese sentido, la baja del tosco pero intenso En-Nesyri ha sido mortal. El muchacho nunca será Van Basten, pero su arrojo le sentaba de perlas a un equipo anquilosado en Rakitic y el Papu. Su sustituto en esa tarea, Rafa Mir, es de momento un auténtico bluf. En Salzburgo, jugándose la vida, Lopetegui terminó echándose en brazos de Munir, a quien no pudieron colocar en verano. Hay poco más que decir.

 

El entrenador tampoco sale bien parado de este aquelarre. Lejos de la fanfarria que acompañó al nuevo proyecto del Sevilla, Lopetegui se ha ido como encogiendo, tal vez sabedor de que el ritmo y la calidad de la peña no iba a dar para tanto. En su exitosísima etapa, el fútbol del Sevilla con Julen nunca ha sido para tirar cohetes, pero jamás había alcanzado la cicatería que ha mostrado este curso. De una manera u otra, aprovechando la flaqueza de la Liga, el regalo del derbi y alguna hombrada de Ocampos por aquí y Acuña por allá, el equipo había conseguido mantenerse a flote, pero los signos de decadencia se iban intensificando de manera alarmante. El segundo tiempo en casa frente al Villarreal fue un auténtico escándalo. Al cara y cruz de Salzburgo se llegó con la lengua fuera. Es cierto que las lesiones han sido severas. Pero no es algo que sirva para explicar que, ni siquiera con media temporada jugada, el Sevilla ande ya tan fundido.

El juego y el físico no ofrecen buenas perspectivas para asumir el golpe. Toca apelar de nuevo a la poderosa mentalidad de un equipo, de un club, que ha superado mil y una adversidades para conseguir logros inimaginables. La decepción puede dar paso a la oportunidad. Si Monchi se pone las pilas en el mercado de invierno y Lopetegui recupera el tino, la apuesta por la Liga sigue ahí. Y no menos seductora es la posibilidad de ganar la séptima Europa League en la final del Sánchez-Pizjuán. Son retos mayúsculos para un Sevilla que, en estos momentos, únicamente parece estar para el derrumbe. Pero no se engañen. Igual que las bufonadas en la Champions, también esto lo vimos antes.