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El campeón malo

Antonio Félix
Antonio Félix
22/12/2021

Es que uno ha visto a Salinas de extremo, a Molina de delantero, a Christensen con la Roja, ha visto a Maradona, él solo, y a Dinamarca, todos a una, lo de Guardiola y Mourinho, y al Arsenal de Wenger frente al Liverpool de Benítez, la rosa y el mazo… Existen mil fórmulas, mil caminos que conducen a la victoria, y uno creía conocerlos todos. Hasta que llegó el Sevilla y mandó parar, con un nuevo concepto, revolucionario e inaudito, para ganar. Hay equipos que lo han intentado yendo al ataque y otros parapetándose en defensa, hay quien lo ha hecho abriendo las alas y quien sacando la contra, hay quien busca jugar con el balón y quien muere por sorprender con la estrategia. Pero hasta hoy, al menos quien esto firma, jamás había visto a nadie ganar de la forma que lo hace el Sevilla, que es jugando mal. 

Jugando, por dejarlo claro, rematadamente mal. Por supuesto que, antes, hemos visto a equipos ganar con nada. Especialmente a los grandes, en tardes displicentes que puntualmente salvaba la estrella de turno. Pero no es el caso del Sevilla. Primero porque no tiene estrella. Segundo, porque no es nada puntual. Mediada la temporada, nos sobran muchos dedos de la mano para contar los partidos decentes del equipo de Julen Lopetegui, cuyo fútbol ha ido cayendo a unos fondos que, en el último tramo, se han convertido en abisales. Hasta el duelo con el Barcelona, el Sevilla venía de una secuencia realmente hilarante: dos remates frente al Atlético, un intento de suicidio ante el Villarreal superado por otro intento aún más obsceno con el Athletic, los espantos de Córdoba y Andratx en Copa… Por mucho que podamos decir bueno, y lo vamos a decir, que el equipo lograra salir triunfador de todos esos embates sólo se explica desde el ámbito de lo sobrenatural, de lo esotérico.

Tal condición, desde luego, no es nueva para todo aquel que haya seguido las maravillosas andanzas del equipo de Nervión en este siglo, desde Palop a Luuk de Jong, pasando por Coke o M’bia. Episodios de cuarto milenio sobre los que se ha forjado un mito de equipo indestructible. Un mito realmente poderoso que esta temporada ha alcanzado una nueva dimensión. Insisto, uno había visto a equipos ganar jugando mal, pero nunca había visto a uno hacer eso tanto y tan bien.

La perspectiva, sin embargo, que deja este alucinante Sevilla es enigmática. Por un lado nos encontramos frente al segundo de la Liga, a un paso del Madrid, con pie en la Copa y la Europa League, dos competiciones en las que suele dejar huella. Nos encontramos con un equipo que se va a reforzar en enero y que, a poco que tenga fortuna, aminorará el tremendo ritmo de lesiones que le ha asolado. Por otra parte, estamos con un Sevilla en unos niveles de juego ínfimos, por demasiados momentos absolutamente espantosos. Un equipo que sobrevive con heroicidades insospechadas, un día Rakitic, otro Delaney o el Papu, y, esencialmente, por una fortaleza defensiva que su gran puntal, Koundé, parece esforzarse en ultrajar. Hay tantos motivos para esperar que este incomprensible Sevilla triunfe como que se extinga. 2022 será el escenario del thriller que desvelará si logra ser el campeón que peor juega del mundo.