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Bob Voulgaris, hombre a seguir

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
22/07/2022

La pretemporada sigue discurriendo como el goteo de la nada. Nos repetiremos en la frustración. El mercado de fichajes anda tan estático como dos de los grandes referentes de la inmovilidad en el crudo verano: la obesidad mórbida y la ola de calor que nos aplasta física y mentalmente desde hace largos días. Parpadear ya cuesta lo suyo. ¿Quién nos lo iba a decir especialmente en verano? Consultar los diarios y webs deportivas se convertía siempre en un vicio patológico. Era, ay, la fiesta de los nervios, el cordón umbilical entre lectores ansiosos y periodistas del ramo convertidos en ansiolíticos. Queríamos saber el último minuto en torno a los fichajes. No podíamos despistarnos si no queríamos que por WhatsApp nos comunicaran con felicidad o pesadumbre la buena o la desazonadora noticia.

Este verano pasará a la Historia por su poca historia. Poca gracia nos hace el juego de palabras. El vaticinio de los directores deportivos es que a partir de mediados de agosto, bajo el responso de luz de la Asunción, el mercado se moverá sí o sí por estricta necesidad y sólo para repartir la pobreza con dignidad entre clubes. Podría ser que hasta Cáritas Diocesana tenga que intervenir mediando entre jugadores, representantes venidos a menos y clubes.

Los países son también sus ligas de fútbol por lo que revelan en cuanto a sociología de los pueblos. La Liga española atraviesa una crisis de autoestima. El patrón Javier Tebas intenta reinventar el pedigrí, pero hoy por hoy mueve a la risa aquel eslogan de hace unos años respecto a "la mejor liga del mundo". Peinamos canas. Uno recuerda la crisis de identidad del fútbol británico, cuando el patadón y la porfía sobre el barrizal dejaron de gustar estéticamente al personal, mientras Margaret Thatcher culminaba el desmantelamiento afectivo por las Trade Union. El Calcio italiano pasó de manejar cifras astronómicas en los pretéritos años noventa a una irrelevancia casi total y permanente en los últimos tiempos (la caída del Milan ha sido lo más parecido a la caída de Constantinopla, sin olvidar la desaparición, entre otras tristezas, del histórico Chievo Verona hace justo ahora un año).

El hálito del año de la pandemia es ahora cuando extiende su hedor. Las palancas activadas con el diablo por parte del FC Indepe de Barcelona han hecho pensar al Bayern de Múnich que el llamado 'Mès que un club' podría desaparecer en unos dos años. De momento Lewandoski ha caído en brazos de Joan Laporta. Por otra parte, desde Can Barça se le podría decir al prepotente Bayern y a toda Alemania que por qué no escucharon en su día a Donald Trump –sí, el autogolpista y loco del pelo pajizo– cuando éste advirtió del peligro alemán de fiar todo su suministro de gas a la Rusia de Putin.

La Liga española comenzará devaluada, desvirtuada y desfigurada. Se jugarán tres jornadas en agosto (¡nueve puntos en juego!). La prevista avalancha de fichajes a lo pobre, salvo excepciones, alterará el cuadro de caras nuevas en los equipos. La adulteración que ocasiona la fecha de cierre del mercado viene de años atrás, pero este verano será el de la madre de todas las trampas. Ni que decir tiene que, como ya ha quedado dicho aquí más de una vez, la farsa del Mundial de Qatar pondrá también su aliño para desvirtuar la competición aún más. No sólo por la interrupción del calendario de partidos en otoño (del 21 de noviembre al 18 de diciembre). Hay otro dato no menor que apuntaba por aquí el compañero Paco Cepeda.

Habrá jugadores que en la víspera de la farsa qatarí actuarán sobreactuados. Muchos querrán ganarse un puesto en la selección. Otros, en cambio, regularán su compromiso en el césped por miedo a las lesiones que podrían dejarlos fuera del mediático escaparate de la ignominia. Por si fuera poco, por iniciativa al parecer de LaLiga, mientras dure el Mundial los equipos con o sin internacionales intentarán mantener el ritmo competitivo en mitad del parón con bolos por Estados Unidos y México. Por todo ello, entre tanta anomalía y tanto espesor, damos las gracias a las noticias que consiguen zamarrearnos por su curiosidad. Lo último y más interesante nos ha venido desde Castellón, la ciudad del histórico equipo blanquinegro (32 años desaparecido en Primera) y de su no menos histórico estadio de Castalia. Después del célebre y radiofónico "Gol en Las Gaunas", el otro "Gol en Castalia" adquirió también su estatus de clásico de las ondas.

El caso es que ha aterrizado por aquellos lares un tal Haralabos 'Bob' Voulgaris, millonario canadiense de origen griego (la diáspora griega, como la armenia, nunca defrauda). El potentado se ha convertido en máximo accionista del Castellón (se habla de unos 2,5 millones de euros). Su estatus de ricachón lo adquirió en el mercado de las apuestas deportivas, pero a través del estudio estratégico y tecnológico aplicado al deporte. Voulgaris empleó toda numérica y estadística a estudiar el desenlace del juego con fines predictivos. La minuciosidad y paciencia de Voulgaris hicieron el resto. Se hizo millonario apostando en los partidos de la poderosa NBA y luego, cuando acabó la era del rédito en baloncesto, derivó al póker. El Castellón, que jugará esta temporada en Primera REFF (el tercer escalón del fútbol español), ha celebrado su centenario justo ahora con la llegada de Voulgaris, estudioso de la numerología del azar y especie de algoritmo bípedo él mismo. Se hace acompañar de hombres de confianza con probada solvencia y currículum como expertos en rendimiento deportivo, inversiones y marketing. Ojo, pues, al Castellón de Bob Voulgaris. Quién nos lo iba a decir también.