muchodeporte.com Sevilla FC

El africano De Laurentiis

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
08/08/2022

La pasional Italia, cuna del Renacimiento (a la par que avisada y negocianta), se descarga de vez en vez con algún que otro memorable rapto. A veces uno cae en el delirio de imaginar que estos raptos a la italiana son como plumones de urogallo que caen otoñalmente del sombrero de un ‘bersaglieri’, el vistoso cuerpo militar creado por Alessandro La Marmora. Nos gustan los estrambotes si son genuinamente italianos. Ahora le ha tocado el turno al presidente, pudiente productor de cine (hijo de los míticos Dino y Luigi De Laurentiis, artífices del Hollywood a la italiana) y, en fin, peculiarísimo dueño del Nápoles. Dícese de don Aurelio de Laurentiis (Roma, 1949).

A tenor de la bullanga formada en ciertos medios, creímos que el prócer del Nápoles había soltado un burdo exabrupto xenófobo al criticar a los jugadores africanos. ¿No le gusta su negritud? ¿Cree que se trata de una raza indolente? No, nada de eso. Y a Dios gracias. A lo que se ha limitado a decir es que no quiere oír hablar de fichar a jugadores africanos (y no sólo futbolistas color de ébano, los de más abajo del Sahel, sino también a marroquíes, argelinos, tunecinos, egipcios o libios). Argumenta que no los quiere en su Nápoles porque todos los años acuden a esa especie de extorsión moral de la Copa África. Se incorporan, además, entre diciembre y enero, dejando a su equipo en cuadro, en plena temporada, mientras se les sigue pagando su sueldo. Es la clásica cantata del “usted paga y otros la disfrutan”, como le gustaba decir antaño al maestro Araújo. De fichar a algún jugador africano, De Laurentiis dice que lo obligaría a firmar una cláusula por la cual renuncia a disputar partidos de la Copa África en caso de ser seleccionado. ¿Qué hay de malo en ello?

Seamos sinceros. Cuando en pleno invierno se cruza la Copa África, mientras continúa la Liga, la Copa del Rey toma su velocidad y se atisba el regreso de las competiciones europeas, todos, absolutamente todos, estamos deseando que las selecciones de los jugadores africanos de nuestros equipos pierdan lo más pronto posible para que regresen y estén disponibles para el entrenador. El WhatsApp de los amigos también rebulle para la ocasión. El pasado curso, por culpa del torneo africano, el Nápoles no pudo contar ni con Anguissa, ni Kalidou ni, sobre todo, con el gran defensa Koulibaly, quien ha salido ahora del Nápoles para fichar por el Chelsea (40 millones). Koulibaly se proclamó precisamente campeón de África este año con Senegal. El presidente de la nación, Macky Sall, lo obsequió dadivosamente, como al resto de jugadores y del cuerpo técnico, con primas y tierras en propiedad. El zaguero le ha exigido a su expresidente respeto por el fútbol africano y añadió que nadie en Nápoles piensa como él.

Nos tememos lo contrario. O sea, que todo o casi todo el Nápoles tifoso piensa como don Aurelio, a quien no le falta razón. Es el máximo accionista de un club al que sacó de la pocera del abismo en 2004 (compró el Nápoles por 33 millones y en los dos años siguientes invirtió otros 122 millones). Sus dineros se ha gastado y se gasta aún, por lo que le asiste todo el derecho a criticar una realidad impuesta –otra más– que adultera el ritmo de competición en las ligas nacionales de postín: la dichosa Copa África. De Laurentiis no es ningún negrero, tal y como nos lo han pintado algunos. Es sólo un empresario y gestor que defiende cara al Vesubio que un club, sentimentalidad aparte, ha de gestionarse como una empresa, incluso en época de palancas y otras zarandajas de moda. La Copa África de Camerún 2021 finalizó este año en febrero como consecuencia de la interrupción impuesta por el coronavirus. Iba a disputarse en verano, retomando así la cita en periodo de estío que ya tuvo lugar como formato elegido en Egipto 2019, aunque se celebró finalmente, como decimos, en pleno invierno.

Está prevista que la próxima edición se celebre en 2023, esta vez en verano, en Costa de Marfil. Si fuera así siempre, el torneo no causaría mayor problema logístico, no más allá de que los jugadores africanos se reincorporarían más tarde a las pretemporadas, en caso de no caer lesionados de gravedad (en cualquier bolo veraniego de pretemporada un futbolista se expone a la tragedia). Es lo que viene ocurriendo con los Mundiales y las Eurocopas, que se ciñen al inicio del verano, salvo la ignominia de este próximo Mundial de Qatar 2022, que arrasará con todo de noviembre a diciembre.

De Laurentiis no es un negrero ni un émulo del rey Leopoldo de Bélgica. Sí es cierto que a veces alterna su condición de ‘pater familias’, muy apegado a sus jugadores, con su otra cara de tutor implacable. Es como una versión parnetopea de ‘El vizconde demediado’ de Italo Calvino. Solícito y paternal con sus futbolistas y sus familias, pero volcánico e intempestivo si siente la traición del beso de Judas o la puñalada de Brutus. Hace unos años se le amotinó la plantilla cuando la obligó a concentrarse en un hotel a las afueras de Nápoles para poner fin a una mala cosecha de resultados (Ancelotti era el entrenador por entonces). Los chicos dijeron no a dicha reclusión, lo que motivó que el prócer los multara con la mitad del sueldo de un mes. Aparte, para los anales del alicaído Calcio quedará para siempre su gran rifirrafe mediático con Higuaín, quien dejó el Nápoles en su día para fichar por la Juventus por ¡¡90 millones!!

Don Aurelio (en su haber cuenta con un sinfín de distinciones de alto ringorrango en Italia), ha criticado también el exceso circense de partidos a los que obliga la UEFA con la Champions, la Europa League y la deficiente y anormal Conference League (la Roma del corajudo Mourinho no piensa lo mismo). No le agrada tampoco la Superliga ideada por Florentino y Pérez, pero defiende otro modelo de gran liga fraterna y excelente a la vez, basada en méritos deportivos. Esta otra Superliga a lo De Laurentiis estaría formada por los seis mejores equipos clasificados en las cinco grandes ligas europeas. Esto, don Aurelio, sí que nos aburre un poco. Además, sinceramente, la Conference League nos gusta y nos da lecciones de fútbol, historia y geografía con tantos equipos peregrinos que la disputan.

Pero lo dicho, lo que más ha trascendido ha sido el supuesto rapto xenófobo dedicado al fútbol africano. No ha sido así, como sí le habría gustado a los habituales alarmistas de guardia. A su juicio, lo de De Laurentiis ha sido otra señal de lo que se aviene, la de una Italia ultra, que podría ser gobernada por las derechas en las próximas elecciones de septiembre (Forza Italia del inefable Berlusconi, la Liga Norte de Salvini y los Hermanos de Italia de la ultraderechista Giorgia Meloni, quien ha pedido no ya impedir la navegación de barcos de salvamento a las ONG, sino directamente hundirlos). Es la Italia que nos retrotrae a la imagen ya cañí de Di Canio, el jugador de la Lazio, cuando en un partido hizo el saludo fascista en homenaje a don Benito, alias Mussolini. Veremos qué depara la democracia en septiembre y si el supuesto xenófobo De Laurentiis mantiene en plantilla al argelino Oumas, al nigeriano Osinhem o al citado camerunés Frank Anguissa.

Atentos, que diría Miguel Ángel Aguilar.