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Conference League, novela de espías

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
25/02/2023

La llamada 'Futbolítica' (ese mejunje entre fútbol, política y geoestrategia exterior) llega a su culmen en los partidos de la Conference League y, en menor medida, en la Europa League. Me gusta tirar del hilo de aquellos equipos que siguen en competición y que, a la par, arrastran un pasado nacional tormentoso, a veces exótico o hasta delirante en ciertos casos superlativos. En origen, muchos de ellos están vinculados con lugares asolados por conflictos territoriales y guerras pavorosas, muchas de ellas recientes, pero aún desconocidas por los hinchas. Por eso me distrae tanto seguir el periplo ronda tras ronda de estos equipos. Es como si uno viera el fútbol europeo con un ojo puesto en Movistar o DAZN y con el otro en el canal Euronews, mi favorito.

El Gent belga se enfrentará en octavos de Conference al Istanbul Basaksehir (ese equipo nuevo y adinerado del gran Estambul, especie de sello deportivo del islamismo político creado bajo la Turquía de Erdogan). El caso es que el Gent, para decepción mía, apeó en dieciseisavos al Qarabag FK azerbaiyano. Este Qarabag FK, que empieza a ser asiduo en las rondas europeas (díganselo al Atlético de Madrid), es considerado el equipo mártir de los azerbaiyanos. Aunque juega en la hoy riquísima Bakú, capital de Azerbaiyán, es oriundo de Agdam, ciudad limítrofe en el sangriento polvorín del Alto Karabaj.

Desde que fuera devastada por los armenios en la primera guerra del Alto Karabaj (1988-1993), Agdam quedó convertida en una ciudad fantasmagórica. Todos los azeríes huyeron. En 2020, con la segunda guerra, fue reconquistada por el ejército de Bakú y se está procediendo ahora a su lenta reconstrucción. Pero que se sepa el Qarabag, de momento, no tiene pensado regresar a sus orígenes en tan belicoso enclave. No me dirán, queridos amigos, que el Qarabag no da su juego (en tiempos, bajo el entrenador y guardiolista Gurban Gurbanov, el club era conocido como ‘el Barça del Cáucaso’ por su estilo fluido). Por eso he lamentado la eliminación europea de este Qarabag Futbol Klubu. 

El Shakhtar Donetsk, oriundo del Dombás, lleva sobre sus hombros aliviar el peso de la guerra de Ucrania (Año 1, 'tempus fugit'). En la Europa League los ucranianos eliminaron en la tanda de penaltis al Rennes francés. Viví la tanda en completa tensión absurda el pasado jueves. Ucrania merecía pervivir en competición europea. En la Conference, el otro representante ucraniano, el Dnipro-1, ya había caído dolorosamente ante el AEK Larnaca, entrenado por José Luis Oltra. Por lo menos cayó ante otro de los exóticos más simpáticos, el club de Larnaca, que pertenece a un país, la isla de Chipre, que es toda una anomalía en la UE (se halla dividida por una línea verde que separa de este a oeste, como un cútex, la vida entre grecochipriotas y turcochipriotas). Ahora, en octavos de Europa League, el Shakhtar se enfrentará al Feyenoord holandés. Ni que decir tiene que echaré incienso en el altar de mis oraciones para que pasen los ucranianos.

Caso aparte y estrafalario es la trayectoria del Sheriff Tiraspol. Este equipo-ovni casi no identificado, que diera el campanazo en el Bernabéu en Champions, es natural de Transnistria (región autoproclamada independiente de Moldavia). Sin embargo está jugando sus encuentros de la Conference en Chisinau, la capital moldava. Es sin duda otro de los equipos al que sigo con algo de interés monomaniaco. La crónica de sus partidos podría leerse lo mismo en Deportes que en Internacional. Les animo a que presten interés. El Sheriff reúne todas las cualidades del mejunje arriba indicado (fútbol, política y geoestrategia exterior). Moldavia, amenazada ahora también por la garra del Kremlin, se halla encajada entre Ucrania y Rumania (véanlo en el mapa, un país todo ayuno de salida al mar). El club, cuyo nombre remite a un poderoso y oligárquico entente empresarial (llamado Sheriff), suele disputar sus encuentros en su Stadiónul de Tiraspol, capital de la citada región indómita y prorrusa de Transnistria. Pero por seguridad, con el cercano rugido de la guerra de Ucrania, sus partidos los está jugando ahora en la capital del estado del que se quiere separar y en el que siempre, irónicamente, gana su Liga nacional de fútbol en los últimos años.

Pues bien, la próxima semana el Sheriff jugará octavos de Conference ante el Niza francés. Por idénticos motivos de seguridad, es probable que continúe jugando en la capital Chisinau y que –he aquí el dato álgido– tenga que hacerlo sin público en el estadio. No, no ha sido el covid otra vez ni ninguna sanción por hooliganismo cafre. En la ronda anterior, el Sheriff apeó al Partizán de Belgrado. El partido de ida se jugó sin público en las gradas por temor ¡¡a un golpe de estado en Moldavia!! Así, tal cual, lo había anunciado la presidenta moldava, la europeísta Maia Sandu, temerosa de Moscú. Un cable de los servicios secretos ucranianos advirtieron al gobierno moldavo de la posibilidad de un intento de golpe de estado orquestado rocambolescamente por militares rusos y ciudadanos debidamente entrenados y venidos de Bielorrusia, Serbia y Montenegro. Todos ellos aprovecharían el disfraz de hinchas del Partizán de Belgrado para promover la intentona y crear disturbios por todo el país. Lo dicho. O sección Deportes o sección Internacional.

Por eso, está uno a la espera ansiosa de que se dispute el partido de ida de este Sheriff-Niza en suelo moldavo, tan tentador para Putin, cual extensión del devastado suelo ucraniano. Todo muy de novela, ¿no creen amigos? Las tramas de suspense de Frederick Forsyth se están quedando viejunas. ¡Viva la Conference League! Esto sí que es fútbol internacional.