Se homenajeaba hace unos días en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, en su centenario, a Miguel Delibes y recordaba el admirable Paquiño Correal, el último en la estirpe de los reporteros andariegos, la ley que el novelista enunció en sus años de cronista futbolístico. “Cuando un equipo pierde puntos en casa, los recupera en el partido siguiente a condición de que visite el campo de un anfitrión que haya sumado fuera en la anterior jornada”. Tales condiciones se cumplían en Mestalla, adonde el Sevilla llegaba tras concederle la igualada al Valladolid, el equipo de Delibes, para visitar a un Valencia que venía de empatar en el Camp Nou. Y se cumplió, inexorable, el designio del autor de “Cinco horas con Mario”.
El Valencia, que ronda inquietante la zona baja, invitaba a meterle mano. Plantado con tres centrales pésimos cerquísima de su portero, permitía llegadas por doquier a ambos lados de Jaume, al que salvó en la primera mitad la escasa predisposición de Luuk De Jong para el remate. Dos balones le cayeron al bátavo en el área pequeña, uno en cada perfil, y dos veces dejó pasar la ocasión sin siquiera impactar su tiro. Será un fenómeno en ese trabajo oscuro, todo lo que quieran, pero es calamitoso en la función principal de un ariete. Quizás, sólo quizás, obedecía órdenes del banquillo para no marcar pronto para evitar el acochinamiento en tablas con el consiguiente, e inevitable, empate.
Todavía, sin embargo, jugueteó el Sevilla con la desventaja en dos acciones de Cheryshev, una en cada periodo: un tiro centrado y duro al final de la primera parte, un disparo cruzado e insidioso al comienzo de la segunda. En ambas ocasiones respondió Bono como lo hacen los porteros de los equipos grandes, es decir, conjurando el peligro que el rival lleva en acciones aisladas. Las dos paradas del marroquí, sobre todo la segunda, sumaban la concentración superlativa del que tiene poco trabajo al mérito del gesto. Después de la segunda ocasión del Valencia, llegaron los minutos en los que los sevillistas debían buscar, por obligación, una victoria de la que eran acreedores por mera inferioridad del rival.
Las salidas de Rakitic y En-Nesyri, unidas al partido punzante que estaba jugando Ocampos, anunciaron el gol sevillista con varias llegadas muy peligrosas. Jaume le paró un cabezazo picado al marroquí y el croata mandó a las nubes una volea en posición franca. El Valencia, lesionado Paulista en la primera parte y Gayá en el tramo final, había enarbolado bandera blanca, pues defendía a la desesperada con una cuadrilla de muchachos imberbes. En una de las muchas acciones en las que se destapó, Joan Jordán encontró a Suso con un magnífico envío vertical, el gaditano se hizo sitio con un recorte y largó un chupinazo centrado que el portero che se tragó de forma un poco lastimosa. Da igual. 0-1 con menos de diez minutos por jugar, o sea, muy poco tiempo para que el Gudeljcambio hiciese efecto.
Valencia CF (0): Doménech, Mangala (Manu Vallejo minuto 83), Paulista (Guillem Molina, minuto 17), Diakhaby, Wass, Guedes, Carlos Soler, Cheryshev (Yunus, minuto 68), Gayá (Álex Blanco, minuto 68), Jason y Maxi Gómez.
Sevilla FC (1): Bono, Jesús Navas (Aleix Vidal, minuto 68), Koundé, Diego Carlos, Marcos Acuña, Fernando, Jordán (Gudelj, minuto 85), Óscar Rodríguez (Rakitic, minuto 68), Suso (Munir, minuto 85), Ocampos y De Jong (En-Nesyri, minuto 58).
Goles: 0-1, minuto 80: Suso.
Árbitro: Pizarro Gómez (Comité Madrileño). Amarillas para Wass, De Jong, Carlos Soler, Guillem Molina y Joan Jordán.
Muy buen partido del gaditano en Valencia. Calidad en todas sus acciones y gol del triunfo.
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