Ocampos y Diego Carlos fueron los dos fichajes estelares de Monchi el verano antepasado, dos jugadores discretos en Francia a los que el Sevilla y su magia convirtió en internacionales por Argentina y Brasil, dos de las selecciones más prestigiosas del orbe. En el Nou Camp, la noche del 3 de marzo de 2021, protagonizaron dos fallos garrafales que apartaron a su equipo de la final de Copa. El penalti errado por el primero y la segunda jugada que regaló el segundo en su afán por evitar un córner condenaron a los de Julen Lopetegui, que estaban completando un magnifico ejercicio de resistencia y que resultaron eliminados en la prórroga. Además, el tiempo extra se jugó en inferioridad numérica por expulsión evitable de Fernando, otro hallazgo del penúltimo mercado estival, por un agarrón innecesario cuando el partido agonizaba.
Una pesadilla. Como después de varias horas de juerga, la noche empezó con todos los fantasmas apareciéndose en los sueños coperos del Sevilla, que quería ver La Cartuja en abril pero no se podía sacar de la cabeza las decenas de goleadas encajadas en el Camp Nou. Vaclik suplía al lesionado Bono, el hombre de la baraka, y su primera intervención a pies de Lenglet era prometedora. En la segunda, hizo el Tancredo para mirar colarse por la escuadra el derechazo de Dembelé. Podría, debería, haber hecho más. No se había cumplido el cuarto de hora y la única consigna posible era sobrevivir hasta el descanso.
Julen Lopetegui quiso desmentir los rumores de acobardamiento que rondan sobre su cabeza ante determinados rivales y ordenó presionar al Barcelona en su campo. Loable por el valor que entrañaba, la medida resultó censurable a posteriori: los centrocampistas azulgranas disponían de hectáreas de terreno franco en la enorme pradera del Camp Nou, extenso como el estado de Nebraska, para galopar hacia Diego Carlos y Koundé. Se sucedieron en la primera media hora las llegadas al área de un equipo, el sevillista, que sólo hallaba consuelo en los duelos que le ganaba a Dest a Acuña, que encima se entretenía en evitar el 2-0 en las narices de Frenkie De Jong. No era mucho, vale, pero era una trinchera desde la que comenzar una guerra.
Tras otro salvamento en la raya de Acuña, que sacó con la derecha un tiro de Messi que se colaba sin remisión, los sevillistas comenzaron a asomarse al área de Ter Stegen y, esto era lo importante, a tener un poco más de posesión. O quizá fue que el Barcelona se dio un respiro en su presión fanática, quién sabe, lo que permitió ir al camerino con un gol de ventaja en la eliminatoria.
En la segunda parte, las fuerzas barcelonistas menguaban y la inanidad de los relevos debilitaban al equipo de Koeman. Jordi Alba estampó una espectacular volea en el travesaño y la amenaza del 2-0 persistía, claro, porque el talento de Messi y de algunos de sus compinches es inmarcesible. Sin embargo, tampoco era ya descartable que el Sevilla enjaretara una jugada de ataque como la puso a Ocampos en duelo directo con Mingueza. Penalti del bisoño zaguero sobre el reaparecido purasangre, infalible en la suerte de los once metros desde su llegada. Quedaba un cuarto de hora y si la embocaba, adiós. Se tiró a las manos Ter Stegen.
(Aquí es pertinente la única digresión sobre la actuación arbitral, correctísima en líneas generales pese a ser un partido muy complicado de dirigir. ¿Debió mostrarle la segunda amarilla a Mingueza por su zancadilla a Ocampos? Debió. Era un castigo severísimo para una acción de disputa, ciero, pero el listón lo había puesto el mismo colegiado con amonestaciones anteriores.)
Aguantó el Sevilla hasta el minuto 93, aunque Fernando vio la segunda amarilla poco antes por un agarrón a Trincao. En el penúltimo del descuento, Diego Carlos quiso evitar un córner con un cabezazo a ciegas y cumplió su propósito, pero regaló algo mucho más peligroso: una segunda jugada. Centro de Griezmann, cabezazo a la red de Piqué y eliminatoria a la prórroga en inferioridad numérica: el matadero. Nada más reanudarse el juego, Braithwaite terminó con la agonía con un cabezazo en plancha que ejecutaba a un adversario roto en lo físico, frustrado en lo moral y desquiciado en un mar de protestas.
Aun así, porque su alma y su himno se lo ordenan, el Sevilla cayó con las armas en la mano, sin rehuir la pelea hasta la última jugada.
FC Barcelona (3): Ter Stegen, Dest (Griezmann, minuto 62), Mingueza (Junior, minuto 78), Piqué, Lenglet, Jordi Alba, Busquets (Ilaix Moriba, minuto 78), De Jong, Pedri (Trincao, minuto 88), Leo Messi y Dembélé (Braithwaite, minuto 88).
Sevilla FC (0): Vaclík, Aleix Vidal (Jesús Navas, minuto 53), Koundé, Diego Carlos, Marcos Acuña (Rekik, minuto 53), Fernando, Joan Jordán (Munir, minuto 105), Óliver Torres (Ocampos, minuto 62), Suso (‘Papu’ Gómez, minuto 79), En-Nesyri y De Jong (Rakitic, minuto 53).
Goles: 1-0, minuto 12: Dembélé. 2-0, mimuto 94: Piqué. 3-0, minuto 95: Braithwaite.
Árbitro: Sánchez Martínez, murciano. Roja para Fernando, Caro (preparador físico del Sevilla FC) y De Jong. Amarillas para Mingueza, Silva (ayudante de Lopetegui), Jordan, Koundé, En-Nesyri y Trincao.
Buena vuelta del argentino hasta que le dieron las fuerzas. A buen nivel también Aleix Vidal, retirado del campo por lesión.
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