Más allá de la absurda subrogación de las filias y fobias de los respectivos ultras, contempla con cierto deleite buena parte del sevillismo la fundición cual nieve primaveral de la ventaja, amplia en Navidad, que confortaba al Atlético en el liderato. Existe una deuda pendiente, que quedará impagada para los restos, desde mediados del siglo pasado, cuando la felonía de un árbitro llamado Azón evitó que los nervionenses sumasen una segunda Liga a su palmarés. Anuló el trencilla, aún se ignora por qué, el gol del título al Pato Araujo para regalárselo al club de los aviadores nacionales. Contribuir a que el Barça o el Madrid les soplen el entorchado a los chicos de Simeone encerraría alguna justicia poética.
Este jugar para fastidiar al prójimo, permítaseme, es una filosofía en las antípodas de la preconizada por Julen Lopetegui y su sempiterna “sana intención” de sumar para acercarse a los objetivos, en este caso la Champions. Sin embargo, y como no parece que la cuarta plaza peligre, los aficionados buscan una motivación “caparrosiana” en la aproximación a los partidos. Era un fenómeno el utrerano: agitaba durante toda la semana un agravio del rival de turno, genuino o inventado, para que sus chicos saliesen al campo echando bilis por el colmillo. En el fútbol de hoy campan a sus anchas el buenismo y corrección política, pero esas cosas molaban.
Y así, por fas o por nefas, salió el Sevilla con pretensión de demoler al líder. Un centro-chut de Suso que desvió Oblak, un penalti que falló Ocampos, un tiro de Joan Jordán que rozó el poste y un cabezazo de De Jong que salvó Felipe con la cara en la raya… A los diez minutos, los hispalenses ya le habían creado cuatro ocasiones clarísimas a la (supuestamente) infranqueable zaga atlética. Hay algo de mala gestión del grupo en el error desde los once metros. Ocampos falló el último que tiró, que no fue uno cualquiera porque era el que metía al equipo en la final de Copa. En Dortmund, lazó En-Nesyri y marcó pero el goleador no estaba en el campo, lo que ya de por sí es una decisión discutible. ¿No había designado un tercer ejecutor o se reiteró la confianza en el argentino pese al yerro del Camp Nou?
La batalla táctica, de salida, la ganaba por goleada el Sevilla y Simeone intervino a la media hora, antes de que la superioridad local se plasmase en el marcador: deshizo la defensa de cinco, que estaba francamente acochinada en tablas, para meter con Correa más presencia ofensiva. El cambio se notó en el tramo final del primer acto, donde los colchoneros al fin se asomaron por los dominios de Bono e intentaban equilibrar la posesión que llegó a ser sevillista en un 75%.
No le valía al líder el empate, que lo dejaba sin colchón, así que fue adelantando líneas a medida que le iba faltando aire. Una mala combinación, porque el Sevilla amenazaba sin generar ocasiones, cierto, pero encontraba para maniobrar los huecos que se le negaban en el primer periodo. Lucas Ocampos, en su mejor aportación de un mal partido, interceptó con el brazo un despeje de Trippier y esa misma actuación, bien es cierto que varios veranos después, terminó en un cabezazo preciso de Acuña a la base del palo. Una sutileza reglamentaria que dará que hablar durante la semana, eso de si el VAR debió o no intervenir. Lo que quedó cristalino fue el pase enhebrado, medido a la perfección, de Suso para Navas y el centro medido a la cabeza del otro lateral del palaciego, a quien le ha venido de cine el descanso dispensado por Luis Enrique.
Faltaba que apareciera San Bono, el milagro nuestro de cada día, y lo hizo el quebequés en el minuto 90, después de una maniobra exquisita de Luis Suárez que dejó solo a Correa, cuyo disparo a bocajarro sacó con el pie el guardameta sevillista, la gran estrella del plantel de Lopetegui. Los tres puntos, tan trabajados como merecidos, dejan casi sentenciado el cuarto puesto y ponen la proa, matemáticas obligan, a una tercera plaza que sería un bonito premio de consolación si alguno de los aspirantes al título se despista. El parón surtió el efecto esperado, volvió el Sevilla competitivo de antes de las eliminaciones y se le puso en chino la Liga al club que se la robó en el 1951. Hacer la pascua en el día de Pascua, vale, un placer un poquito miserable. ¿Y?
Sevilla FC (1): Bono, Jesús Navas, Koundé, Diego Carlos, Marcos Acuña, Fernando, Joan Jordán (Gudelj, minuto 86), Rakitic, Suso (‘Papu’ Gómez, minuto 77), Ocampos (‘Mudo’ Vázquez, minuto 86) y De Jong (En-Nesyri, minuto 62).
At. Madrid (0): Oblak, Trippier, Felipe, Giménez, Hermoso (Kondogbia, minuto 73), Lodi (Correa, minuto 33), Koke, Saúl, Marcos Llorente, Lemar (Héctor Herrara, minuto 73) y Luis Suárez.
Goles: 1-0, minuto 70: Marcos Acuña.
Árbitro: Gil Manzano, extremeño. Amarillas para Felipe, Diego Carlos, Luis Suárez, Marcos Llorente y Kondogbia.
Gran despliegue físico. Gran centro de gol. Más fresco. El descanso le ha sentado de cine. Se vio ante el Atlético de Madrid.
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