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El obligado exilio de los ciclistas andaluces

Lucas Haurie
Lucas Haurie
04/09/2017

Con el pelotón de la Vuelta recorriendo la semana pasada las carreteras de Almería, Málaga, Granada, Sevilla y Jaén, llamaba la atención la ausencia cada vez más notable de corredores andaluces y nacionales en las grandes rondas. A pesar de la proliferación de equipos amateur, el ciclista acaba topándose con el muro de mayor porcentaje que en los de las cumbres pirenaicas, el profesionalismo. La huida en España de los patrocinios y la paulatina desaparición de las escuadras profesionales obligan a los deportistas a emigrar. Y si hace 30 años no se entendía que Perico Delgado se marchara a hacer carrera en el histórico PDM holandés, hoy apenas se aspira a disputar una carrera como profesional si no es con el maillot de un equipo foráneo.

Uno se monta en la bicicleta, pedalea, atraviesa el pavés, el monte, la carretera comarcal, la nacional y, casi sin advertirse, se sale fuera de la frontera. Es el caso de Luis Ángel Maté y Juanjo Lobato, componentes de una generación marcada por el exilio y únicos representantes andaluces en la presente edición de la Vuelta después de que Javi Moreno (Bahrain-Merida) abandonase en el transcurso de la segunda etapa como consecuencia de una caída. Los tres, además de otros andaluces ausentes en la carrera, comparten historia en la tarea de labrarse una trayectoria profesional en el ciclismo de élite fuera de España.

La desaparición hace un lustro de la formación Andalucía-Caja Granada (antes Cajasur), añadida a otras de raigambre como el Euskaltel Euskadi, ha mermado sensiblemente la aspiración de los corredores de permanecer como profesionales cerca de sus hogares. El exilio, sin embargo, suele redundar en aspectos positivos. Que le pregunten a Perico sobre los rudimentos contrarrelojistas que adquirió durante su estancia en la escuadra de rodadores holandeses por excelencia. Además, como defienden deportistas, la posibilidad de salir permite a las jóvenes promesas más oportunidades para dar el salto a la categoría profesional.

Como cadete, el marbellí Luis Ángel Maté militó en el ACI de San Fernando, tras lo que llegó su ingreso en el Centro Andaluz de Tecnificación Deportiva. Desde esa tierna edad debió acostumbrarse el malagueño a las concentraciones lejos de casa, ya fuera en Chiclana o en Dos Hermanas. En juveniles siguió su escalada en el UCOP de Granada y, como sub 23, pasó al Ávila Rojas, reconocida mina de jóvenes ciclistas. En Granada terminó el bachillerato y comenzó los estudios de INEF en la Universidad de Granada.

Los éxitos, no obstante, tanto en pista como en carretera, lo volvieron a centrar en el sillín y el pedal a partir de 2005. Los filiales del Saunier Duval y del Andalucía-Cajasur fueron sus dos siguientes destinos. En la escuadra andaluza debutó como profesional. El equipo italiano Diquigiovanni se fijó en él y, a continuación, en 2010, fichó por el equipo francés Cofidis, con el que ha completado seis ediciones del Tour y cinco de la Vuelta, sin contar la actual.

A Maté solamente le hace falta una victoria en una de estas grandes rondas de tres semanas, algo que busca con denuedo en las múltiples escapadas bidón que protagoniza. Al marbellí le sobra motivación y conocimiento del terrero. La madurez que atesora y su facilidad cuando la carretera toma la pendiente lo señalan cada edición como un firme candidato a una victoria parcial.

La aspiración de ver a un andaluz en lo alto del podio de la Vuelta pasa también por las opciones de Juanjo Lobato, el gaditano del equipo Lotto-Jumbo. El ciclista de Trebujena también emprendió la mudanza exterior este año después de haber engrosado las filas del Movistar, el Euskaltel y el Caja Granada. Con una laureada trayectoria en categorías juveniles y sub 23, Lobato suma ya seis campañas como profesional con un óptimo bagaje con la única falta del triunfo en una gran vuelta. El trebujenero puede permitirse recordar el jersey de lunares rojo que lo acreditó como rey de la montaña después de la primera etapa del Tour de 2013, en su estreno en la ronda francesa, donde logró además un meritorio quinto puesto de etapa.

Por su parte, el jiennense del Bahrain-Merida, Javi Moreno, quien compartió equipo con Lobato hasta la temporada pasada, está teniendo un irregular comienzo en su nueva formación: al citado abandono temprano de la actual Vuelta se suma a la expulsión fulminante del pasado Giro tras pelearse en plena carrera con el corredor italiano Diego Rosa.

Además de los glosados, otros andaluces compiten en la élite del ciclismo mundial. Son los casos de veteranos como Antonio Piedra o jóvenes tal que Pablo Guerrero o José Manuel Díaz. El sevillano Piedra es uno de los últimos andaluces que se adjudicó una gran etapa. Fue en la Vuelta a España de 2012, nada menos que en la cumbre de los Lagos de Covadonga. Los jóvenes ciclistas pueden aún mirarse en el logro del sevillano, quien volvió a la carretera la temporada pasada tras un periodo de pausa. 

Después de un breve exilio a Brasil, el seis veces participante de la Vuelta a España defiende ahora los colores del Manzana Postobón, un clásico del ciclismo colombiano en el que tiene encomendada la tarea de guiar a las perlas al conocimiento de la competición en Europa. Con el futuro por delante se encuentran, además, el malagueño de Coín Pablo Guerrero, quien milita en el equipo portugués Radio Popular Boavista, o el jiennense José Manuel Díaz, que esta temporada ha debutado como profesional en el Israel Cycling Academy.

En esta historia de exilios, de idas y venidas ciclistas, rompe moldes el 'andaluz' Tomasz Marczynski, nacido en Cracovia y afincado en Granada. El corredor polaco de 33 años se ha impuesto precisamente en su patria chica de adopción, en la etapa con final en Antequera, después de haber levantado días atrás los brazos en la meta de Sagunto. Dos brillantes triunfos de este ciclista del Lotto Soudal que emigró al sur por amor, aunque aparte este el privilegio, según han reconocido, de entrenar desde las cumbres de Sierra Nevada hasta los llanos costeros.