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25 años de la histórica llegada de Rinat Dassaev

El ruso provocó la locura en Nervión

José Antonio Jiménez
José Antonio Jiménez
21/11/2013

El Sevilla FC era un nuevo rico. De los tiempos en los que todo ahorro era bien venido se pasaba a una etapa de bonanza financiada por la recalificación de los terrenos aleñados al estadio Ramón Sánchez Pizjuán. Con dinero en la caja y tras muchos fracasos deportivos, tocaba ir al mercado con la cartera llena. Ya saben, con dinero es más complicado equivocarse. Pues en eso estaban Luis Cuervas y sus hombres, en potenciar todas las líneas. Delanteros, medios, defensas y porteros de primer nivel estaban en el punto de mira de los rectores sevillistas. Y si de fichajes sonoros hablamos, toca recordar uno que cumple estos días 25 años. Un cuarto de siglo. El de Rinat Dassaev. Un refuerzo complicado de cerrar y con un final que nada tuvo que ver con la expectativa levantada con su desembarco en la capital andaluza el 21 de noviembre de 1988.

Cerrar la contratación del arquero del momento resultó algo tan complicado como costoso. Primero tocó cambiar la legislación vigente. A finales de los 80 estaban permitidos dos extranjeros por equipo (Anton Polster y Pablo Bengoechea eran los sevillistas), por lo que contar con un tercero requería el consenso de los componentes de la LFP. Tras muchas reuniones, Cuervas lograba que en la 88/89 se pudieran tener a tres profesionales nacidos fuera de España por equipo. Resuelto lo jurídico, tocaba convencer a la federación rusa de fútbol para que dejara salir a una de sus estrellas. La única opción era, no podía ser de otra manera, pagar a precio de oro a un portero que lo había bordado en la Eurocopa del 88. Entre 180 y 300 millones de las antiguas pesetas se pagaron por Dassaev, aseguran los periódicos de la época. Un dinero que ingresaría casi en su totalidad el estado, recayendo una escasa cantidad en un profesional que poco o nada tuvo que decir en unas conversaciones más propias de la guerra fría. “Ha sido una gran sorpresa para mí y en cierto modo incomprensible. No esperaba ser tan famoso en Sevilla. Me he emocionado mucho y me han dado calambres al ver la reacción de la gente. Prometo corresponder con mi trabajo a este recibimiento, porque a esta gente no se le puede defraudar”, comentaba Dassaev durante su presentación y las horas previas al amistoso que se jugaría en Nervión contra su exequipo (el Spartak de Moscú) para que el sevillismo pudiera disfrutar de las evoluciones del fichaje más caro de la entidad blanca a esas alturas de la película.

Pongamos a los más jóvenes en antecedentes. Rinat Fayzrakhmanovich Dasayev (Astrakan, 13/06/1957) era un fijo en la selección de su país. Un meta muy bueno que llegó a Sevilla en el crepúsculo de su carrera y para colmo de males lesionado. Sin embargo, todo lo anterior no era óbice para que rindiera a buen nivel en su primer destino lejos de la desintegrada URSS. Sobre todo después de lo visto en su puesta de largo como sevillista. Ante el Real Madrid lo paró casi todo (menos un tanto de Paco Llorente) y en La Romareda hizo un partidazo. Paró lo parable y lo imparable. Luis Cuervas se las prometía muy felices. Con Polster marcando, Bengoechea mandando y Dassaev parando Europa era una meta tan posible como sencilla. Desgraciadamente…

Todo comenzó a torcerse ante el Real Valladolid en el Sánchez Pizjuán. Cuatro tantos encajó aquella lejana y fría tarde de diciembre. El personal, el mismo que lo había recibido como un héroe en el aeropuerto de San Pablo días antes, se acordaba del jugador que hasta su llegada ocupaba los tres palos blancos: Fernando Peralta. 24 partidos disputó en la 88/89, un curso que acabó como el rosario de la aurora para un Sevilla que dio con sus huesos en la incómoda tierra de nadie tras haber tenido hasta tres entrenadores (Azcargorta, Ortega y Olsen).

En la siguiente, con Vicente Cantatore como técnico, su rendimiento fue inversamente proporcional al del equipo. Los goles de Polster explican que, pese a no defender demasiado bien, Europa era una realidad para la mitad sevillista de la capital de Andalucía. Tanto como que sus horas en Nervión tocaban a su fin. Una inversión tan elevada, con todavía un año de contrato, había que finiquitarla sí o sí. Por el bien de ambas partes. El fichaje de Juan Carlos Unzué, uno de los arqueros del momento en los meses previos a la Expo 92, era la excusa perfecta para traspasarlo o darle la carta de libertad y agradecerle los servicios prestados.

Ni una cosa ni la otra. Dassaev se pasó en blanco su último año como sevillista. Trabajando a diario en la carretera de Utrera a la espera de que algún equipo se acordara de un mito ya muy venido a menos. El Oporto estuvo cerca de darle una oportunidad, pero cuando supo del lamentable estado de sus rodillas dejó pasar la opción de contar en sus filas con un profesional que tantas tardes de gloria le había dado a la URSS y al Spartak de Moscú.

Sin equipo y lesionado decidió colgar la botas. Y quedarse a vivir en Sevilla. Para qué volver a un país donde las cosas no estaban para demasiadas alegrías. Tirando de ingenio, montó un negocio que duró menos que un caramelo en la puerta de un colegio (una tienda de deportes cerca de Nervión). Sin duda, un triste final para una estrella que algunos recordarán por los tantos encajados ante el Real Valladolid, el balón que se introdujo en su propia meta ante el Logroñés en el Sanchez Pizjuán, su llamativa indumentaria amarillo chillón o los extraños sucesos que lo situaron en más de una ocasión en el foso de la Universidad de Sevilla. Puede que lo sucedido en 1982 en el Sánchez Pizjuán, cuando sufrió en sus carnes uno de los arbitrajes más lamentables que se recuerdan en la historia de los mundiales, marcara años más tarde su trayectoria en latitudes patrias. Un feudo gafe en todos los sentidos para el bueno de ‘Rafaé’.

Cuando se cumplen 25 años de su fichaje por el Sevilla FC toca sin duda acordarse de uno de esos fichajes mediáticos que tanto gustaban al difunto Luis Cuervas. Contrataciones que levantaban una enorme expectación pero que, a la hora de la verdad, no reportaban nada en lo deportivo. Maradona, Josimar, Bilardo… y Rinat Dassaev. El Iker Casillas de finales de los 80. El padre, por cierto, de la mejor bailarina de nuestro país: La impresionante Elmira Dassaeva.