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Los ciclos de la vida

Juan Miguel Vega
Juan Miguel Vega
07/05/2018

Aquella cafetería ya no existe. Recuerdo que en ella ponían un delicioso picatoste con canela que era todo un manjar de dioses. Es cierto que ahora ponen picatoste con canela en otros sitios, no muchos, pero como el de aquella cafetería... . La vida, que no es sino una sucesión de pérdidas irreparables. Qué le vamos a hacer. Habíamos quedado para hablar de cofradías, pero, con el regusto del picatoste aún retozando en nuestros gaznates, la conversación pasó inevitablemente al fútbol. La gente de fuera suele creer que todos los sevillanos estamos concernidos por la Semana Santa, la Feria, los Toros o el Rocío, pero lo que de verdad nos concierne a todos de forma mayoritaria, incluso abrumadora, no es ninguna de esas cosas. Un sevillano puede ser ateo, odiar la Feria, militante antitaurino o pasar del Rocío, pero el fútbol, amigo mío, el fútbol forma parte de su herencia cromosómica. Así que abandonamos las conspiraciones capilliles y pasamos a lo verdaderamente importante, el fútbol.

Nuestro interlocutor, aunque un punto tartamudo, era buen conversador; salpimentando su discurso con frases tan rotundas como redondas, algunas de las cuales han pasado a formar parte de mi particular colección de 'citas célebres'. Una de ellas tiene mucho que ver con lo que aquí y esta semana, nos ocupa. Se la oí  precisamente aquella mañana al salir de la vieja cafetería que ya no existe: 'No vayas a equivocarte. Ganarle al Betis está muy bien, pero a los sevillistas, a los sevillistas de verdad, lo que nos gusta sobre todo es ganarle al Real Madrid'. En fin, supongo que a este respecto habrá sus opiniones, que diría Núñez de Herrera, lo cual no obsta para reconocer el valor, si me apuran sociológico, de la sentencia de aquel viejo amigo, que desde hace años ve los partidos de su Sevilla desde la grada del tercer anillo. Se comparta o no lo que él decía en cuanto a las preferencias fóbicas de cada cual, lo cierto es que esta semana habrá para todos. El miércoles, el Madrid y el sábado, el Betis. Casi ná. Dos partidos de la máxima; de esos que el aficionado ve presa de un tembleque permanente. Dos partidos que vienen a coincidir en una misma semana y además en circunstancias que les hacen adquirir la categoría de trascendentales. El trance desde luego va a poner a prueba la resistencia de los pericardios palanganas. Si usted, amigo cardíaco sevillista, llega al próximo domingo sano y salvo, no hace falta que vaya el lunes a la revisión. Anule la cita que tenía con el especialista, porque habrá pasado la ITV con nota. Otra cosa es cómo lo haga el Sevilla. Las sensaciones previas, qué quieren que les diga, son inquietantes. La victoria ante la Real Sociedad del otro día, vista la forma en que se dio, no hizo a la parroquia de Nervión sino reafirmarse en el pobre concepto que tiene del juego de su equipo. Está, eso sí, el efecto Caparrós, que vamos a ver cómo influye, pero está, sobre todas las demás cosas, el poderoso influjo de los ciclos históricos; esa fuerza misteriosa que hace oscilar a la Tierra en su viaje a través de la negra noche del cosmos y también a todo lo que viaja dentro de ella, propiciando la alternancia de crisis y apogeos en casi todo, sin que nadie haya sabido todavía explicar los porqués últimos de unas y otros. Al cabo de todas las disquisiciones que se han hecho sobre ese misterio desde que hace miles de años un faraón soñara con él, la conclusión es que las cosas son así y nadie las puede cambiar. Por eso, cierran las cafeterías donde ponían el mejor picatoste con canela del mundo y por eso el Sevilla ha de atravesar de vez en cuando un valle desértico en su periplo a través de las cumbres futbolísticas de Europa. Unos van y otros vienen, unos suben y otros bajan. Y esto es lo que hay. Por eso decimos aquello de 'que nos quiten lo bailao' o 'ya vendrán tiempos mejores'; incluso peores.