muchodeporte.com : Víctor Fernández

Carlos Amaro Nadal

El Petardazo

30/09/2013

Uruguay presumía de tener a los mejores delanteros del continente americano a mediados de los años 80. El Sevilla FC lo sabía, por eso sus gestores buscaron en tierras charrúas a Carlos Amaro Nadal. Las miras eran inversamente proporcionales al dinero que había en la caja. Muy poco. Y eso que durante el verano de 1985 los gestores tiraron la casa por la ventana para confeccionarle al coriano un plantel que pudiera acabar en puestos europeos (fueron contratados Sanabria, Estella, Zambrano…). Se pidió precio por Rubén Sosa (acabaría en el Real Zaragoza), ‘Polilla’ da Silva (fichado por el Real Valladolid)… pero se iban de presupuesto. Hasta que se concretó la llegada de un ‘9’ que en Colombia se había hartado a meter goles: Nadal. El sevillismo se ilusionó con su contratación, sin saber que se había atado a un futbolista con hepatitis.

Nadal llegó a Nervión la tarde en la que el personal podía fotografiarse con el Trofeo Colombino ganado hacía unas horas ante el Atlético de Madrid (3-2). Llegó con una frondosa barba y muchos kilos de más. Venía tan mal, peor que Romaric, que no pudo debutar de manera oficial hasta el mes de octubre (lo hizo en el Camp Nou ante el Barcelona).

Sus primeros partidos como sevillista, ya sin barba de varias semanas, resultaron ilusionantes. Gol ante el Cádiz en su estreno en el Sánchez Pizjuán (se lo marcó a ‘Súper’ Paco en la portería de Gol Norte) y golazo poco después al Real Madrid en Nervión la tarde del 2-2 ante los merengues por culpa del lamentable arbitraje de García de Loza. Desgraciadamente, la puntería de su puesta en escena no tuvo continuidad. Una diana al Espanyol y dos en sendas goleadas lejos de casa a Las Palmas (2-5) y el Cádiz (0-4) fueron su bagaje anotador en la 1985/86 tras haber disputado la nada despreciable cifra de 24 encuentros de Liga. Muchos minutos, demasiados, para un futbolista que aprovechaba las horas de ocio para montar a caballo.

Las cosas le fueron peor en la siguiente (con Jock Wallace en el banco). 16 encuentros de Liga y dos goles en su haber (al Espanyol y al Real Madrid). Ni con kilos de menos era un ariete que marcara diferencias. O le llegaba el balón a los pies o no se le veía durante los noventa minutos. Lento, incapaz de escorarse a un costado, fácil de marcar para los rivales… Ni la sombra del ‘9’ que en Colombia había sido comparado con Hugo Sánchez. Le quedaba un año de contrato, pero nadie quería que siguiera un minuto más en el Sevilla. ¿La solución? Cederlo al Logroñés, donde a base de jugarlo todo logró ocho tantos, uno de ellos firmado ante al eterno rival en la Avenida de la Palmera.

Esos tantos en tierra de buenos vinos no le permitieron renovar con el Sevilla FC. Ni ganarse una nueva oportunidad en Primera división. Total, que se tuvo que ir al Figueras para demostrar que había sido uno de los peores fichajes de la década de los 80 (cuatro goles en 14 encuentros). Un petardo en toda regla.


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