Cabildo

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María José Caldero
María José Caldero
30/12/2022

Mientras escribo estas líneas se está reponiendo al culto el Señor Orando en el Huerto de Montesión. Otro trabajo extraordinario que engrosa el curriculum de Pedro Manzano en un año en el que, además, hay que sumar la magnífica restauración realizada a la Esperanza de Triana.

En ‘El Cabildo’ tuvimos la oportunidad de entrevistar a Manzano, quien nos desveló datos siempre interesantes del trabajo realizado en torno a una imagen que es depositaria de la fe y la devoción de tantas personas. Es, sin duda, una de las personalidades del año cofrade.

Como el cofrade lo es todo el año, he decidido que hoy sea Jueves Santo y escucho, vía auriculares, el paso de la Oración en el Huerto por la Alameda a los sones de La Redención. 

Le estamos poniendo el precinto al dos mil veintidós, que ha pasado como ya pasan los años cuando se peina alguna que otra cana. Y, confiésenlo, estamos locos porque se recoja ya la carroza de Baltasar.

2022 fue el año en que volvimos

Había dejado a mi Cautivo de Santa Genoveva la madrugada del Lunes Santo de dos mil diecinueve en el cruce de Romero de Torres con Teatinos, despidiéndose de un barrio rendido a la belleza de su perfil afilado. No supimos lo que vendría y lo que vino fue oscuridad, miedo, soledad.

Pero volvimos y qué bonito fue, ¿verdad?

Volvimos a los rituales, a ponernos el traje de primavera que habíamos dejado en el armario dos años y lo hicimos a pesar de mucho agorero y malaje, y de un espécimen nacido al calor del confinamiento que proclamaba las bondades de la Semana Santa íntima. Normalmente, los mismos de “yo me quedaba con veinte hermandades”. 

Pues cambiamos la intimidad, que está muy bien para los cultos internos, por la protestación de fe en las calles.  

Y volvimos a llenarlas de nazarenos. Esos que algunos señalan como el gran problema de una Semana Santa que tiene una logística que se ha quedado obsoleta. Hemos asistido a un otoño en el que el Consejo, por fin, decidió que había que abordar un problema que amenaza con romper definitivamente la medida de una celebración a la que se le ven las costuras en cuanto a seguridad.

Se han tomado decisiones, se han realizado cambios, se ha generado malestar en algunas hermandades, han corrido ríos de tinta y hemos vivido a golpe de Última Hora cofrade. Pero era necesario. No es la panacea, habrá que seguir haciendo ajustes, pero había que dar el primer paso y es un punto que debe anotarse en el haber de Paco Vélez y su equipo.

Pues, miren, qué bueno volver a los corrillos de noticias y rumores, a las convocatorias de cultos, a las colas en los besamanos (o veneraciones), a las excesivas salidas extraordinarias, a los comentarios viperinos, a las mudás multitudinarias, al botellín en el Azul y Plata, a las tiritas en los pies, a los programas de mano doblados en el bolso, al dripping de la cera multicolor sobre las calles, al olor del incienso, al tacto del terciopelo de un antifaz, al oído de un redoble de tambor, al gusto de una torrija melosa, a la vista de un paso de palio que se marcha. Volver a los sentidos. Volver a la vida.

Eso hicimos en este dos mil veintidós al que se le está poniendo carita de pedir la última.

Sigamos volviendo siempre a los lugares en los que fuimos felices.

Feliz Año Nuevo.