Cabildo

De tontos y cofradías

José María Pinilla
José María Pinilla
25/04/2023

Permítanme arrancar con una aclaración seguramente innecesaria: no es el propósito de este artículo ir contra aquellas personas del mundo de las hermandades que padecen algún tipo de disminución intelectual o psíquica. Al contrario, nos ceñiremos a la premisa defendida por aquel Forrest Gump de la película de hace casi treinta años: tonto es el que hace tonterías. Y de eso andamos sobrados en el microcosmos cofrade. Veamos.

Es innegable que el principal estímulo para escribir ha sido el imbécil vestido de nazareno de negro que se ha paseado por la Feria estos días, que, por cierto, tampoco ha sido el primero. No sería más que un personaje estrafalario de los que a veces nos podemos encontrar si no fuese porque supone un paso más en una creciente y alarmante banalización de nuestra Semana Santa. En mi humilde opinión, este mentecato haciendo el payaso por el Real no difiere mucho de otros que se disfrazan –no se revisten– con la túnica penitencial en los días sacros sin reparar en el menor sentido de lo que hacen y aprovechar para salirse de la fila y pasearse calle arriba y abajo sin pudor alguno. No espero ni deseo que cada nazareno de Sevilla se asemeje a los disciplinantes del XVII, pero tampoco veo admisible que haya quien considere la túnica penitencial (no la desposean de su apellido) simplemente algo tradicional y folclórico, similar al traje de flamenca aunque quince días antes. Además, me resulta igual de preocupante que el tonto de capirote de la Feria –sirva la expresión como humilde homenaje al inspirado libro del maestro Paco Robles– fuera aplaudido por la gente, que se tomaba fotos a su lado como si se tratase de un famosillo del tres al cuarto o del mucho más respetable bombero torero. Les anticipo que si se hubiera topado con más de uno que conozco (me incluyo entre ellos), se habría llevado un buen saco de improperios y no sé si alguna colleja de propina.

De cualquier modo, convendrán conmigo en que éste no es el único tonto de las cofradías que nos viene a la cabeza. Hay más de un perfil que merece compartir podio, como los fanboys (y girls, que en esto no hay distinción de géneros) de las bandas o de las cuadrillas, que derivan cualquier conversación sobre cómo iba una cofradía por un lugar en una ridícula batalla entre seguidores y haters de unas y otras, y no con argumentos de alta dialéctica precisamente. Para muchos de estos personajes daría lo mismo que en el paso vaya Cristo, la Virgen o el Pato Donald siempre que ciertas composiciones rechulonas se escuchen detrás y los costaleros hagan sus coreografías. ¿A que les resultaría inimaginable que en un futuro hubiera seguidores similares de las cuadrillas de acólitos y vitorearan si el pertiguero alinea correctamente a sus ciriales? Pues quién sabe, porque todo se vuelve más absurdo cada día…

No muy lejos de éstos estarían los ultras de un vestidor, prioste o florista, que recorren todos los besamanos y visitan los pasos en las iglesias con el único aliciente de criticar si el tocado le pega a Ella o si las flores parecen tiradas desde una azotea. Todo eso con cara de desagrado, diciendo que no con la cabeza y buscando el refrendo del resto del grupo marujil con el que hacen la ruta ese día. No me digan que no los han visto y oído.

Tampoco nos olvidamos de los tontos de los alaridos histéricos y momentos de emoción impostada, tan abundantes en los últimos años en procesiones de gloria (con acusada predilección por las Pastoras) e incluso en algunas penitenciales, a veces profiriendo barbaridades ofensivas para la Fe en un torpe intento de enaltecer a una imagen concreta frente a otras. Por suerte, algunas hermandades se han tomado en serio cortarlo, como comunicó el año pasado la Esperanza de Triana o se pudo ver en la reciente salida extraordinaria de la Dolorosa del Cerro, cuando un costalero los increpó. Bien haríamos en erradicar espectáculos tan estomagantes –gran aportación del léxico propio de las abuelas– de nuestras procesiones.

No crean que se van a escapar los tontos de la carrera oficial, en especial de la Campana, que se creen que las cofradías salen para pasar delante de ellos. Nada importa antes ni después. Es como si el cortejo lo hubieran organizado en el Duque o en O’Donnell y se volatilizase en cuanto sale de su campo visual. Les daría igual, porque han pasado por su silla, y ellos son la élite cofradiera de Sevilla y ya la cofradía ha cumplido su misión anual de convertirse en un desfile sólo para los elegidos. Y que se imponga cuanto antes una suerte de numerus clausus que no canse al distinguido espectador, claro. Semejante actitud, obviamente llevada al extremo de la parodia en estas líneas, se refuerza por muchos periodistas de visión tan cegata que no va más allá del inicio de la carrera oficial. Vean si no los innumerables artículos posteriores a la Semana Santa con los análisis de los tiempos de paso (en la Campana), las marchas más interpretadas (en la Campana), los cambios hechos por las cuadrillas de andares vistosos (en la Campana) y toda la retahíla de ejemplos que se les ocurran. No hace mucho me hicieron llegar una reflexión similar a la expuesta, que no me resisto a compartir. Lean y piensen. 

Concluimos estas palabras con el ánimo de que hayan entendido el sentido irónico de lo expuesto y de que continúen con el abanico de tontos cofrades, que somos (claro que me incluyo) una gran colección. Feliz Feria, espero que sin nazarenos de por medio.