Cabildo

La (no) chicotá de la Madrugada

María José Caldero
María José Caldero
29/03/2024

No eran mejores los presagios meteorológicos para la noche más esperada del año, aunque la ausencia de lluvias durante algunas horas tras la caída del sol (es un decir) hacía albergar esperanzas –sí, en plural– a quienes se concentraban ante las puertas de los templos. Fue precisamente una Esperanza, la de Triana, la primera en anunciar la suspensión de la estación de penitencia. A pesar de lo previsible de la decisión, la calle Pureza era un hervidero de devotos a la espera de un milagro. Tras el anuncio, se vivieron momentos extraños con petaladas a la calle y autopetaladas, generando un ambiente más parecido a una performance que a otra cosa. ¿Emoción exaltada o chanza prescindible? Con la no salida de la corporación trianera, nos perdimos el estreno del pasado a nuevo terciopelo en color grosella del manto de Borrero.

Sería después la Macarena la que anunciaría que se quedaba en casa, con una gran cantidad de personas esperando en el exterior de la Basílica. El hermano mayor hablaba de riesgos del 100% de lluvia y cantidades importantes. Sólo los armaos (GALERÍA) fueron los enviados de la esperanza en las calles, cumpliendo con el rito del desfile que alegró el espíritu de los cofrades que asistían al mismo. Impagables las escenas vividas con los enfermos.

En una cascada de comunicaciones sucesivas, el Gran Poder, Los Gitanos y El Silencio (vía mensaje en X del Consejo de HH y CC) anunciaban la no salida y la sustitución de la pública protestación de fe en las calles por actos penitenciales internos. El Señor seguía estremeciendo en el portentoso paso de Ruiz Gijón, con túnica lisa, y a su lado, siempre exquisita, la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, que lucía el manto regalado por Manuel Ruiz de Lopera, fallecido este pasado Domingo de Ramos.

En el Santuario de los Gitanos, sólo el dulcísimo rostro de la Virgen de las Angustias y la extraordinaria estampa del Señor de la Salud revestido de majestad ofrecían consuelo a los hermanos.  En El Silencio, el hermetismo característico de la Madre y Maestra. Al final se consumaría la noche en blanco con el anuncio de la cofradía del Calvario. Sevilla quedaba huérfana de su Madrugada, que se recordará con tristeza. Y lo peor es que esto parece no terminar aquí.