Cabildo

La chicotá del Sábado Santo

José María Pinilla
José María Pinilla
31/03/2024

La culminación a una semana maltratada por los fenómenos meteorológicos, con su inevitable dosis de incertidumbre, pudo salvarse. Pero ya tiene guasa que el Sábado Santo haya sido la única jornada sin procesiones canceladas. Créanme que he dudado si titular este artículo como “Por fin salió el Sol”, en fácil juego de palabras entre el astro rey –tan esquivo estos días– y la cofradía del Plantinar.

Lo cierto es que, por una vez desde el también Sábado de Pasión, los temibles pronósticos de lluvia se disipaban, abriendo una puerta a la esperanza entre las tres – cuatro de la tarde y la medianoche. Esto obligaría a todas las hermandades (a unas más que a otras en función de la distancia por recorrer y su entrada más o menos tardía) a apretar el paso para no verse afectados por la implacable borrasca Nelson. Así, en esta tesitura, los cinco cortejos penitenciales se animaron a hacer pública protestación de fe y a regalar a Sevilla un grato colofón a una Semana Santa difícil de olvidar.

La primera confirmación llegó por parte de quienes antes debían haberse echado a la calle. En lugar de a las previstas 12:45, la cofradía más reciente de la nómina del día traspasó el dintel con su original cruz de guía a las 14:30. Un cambio en el recorrido para llegar a la Campana por la Puerta de Jerez, la Avenida y la Plaza Nueva harían posible enjugar el retraso. Simbólicamente, como ya decíamos, el sol permitió que saliera el Sol, y tanto el Varón de Dolores como la Sacra Conversación nos regalaron hermosas estampas a sevillanos y forasteros huérfanos de pasos demasiado tiempo.

En feliz continuidad anunciaban similares medidas para recortar su camino los Servitas y la Trinidad, la primera prescindiendo del saludo al convento de las Hermanas de la Cruz y la última sacrificando su tradicional retorno por la calle Sol, por la que cantaba Rodríguez Buzón que venía sin caber. Si vamos por partes, el severo cortejo de la calle Siete Dolores de Nuestra Señora nos permitió recrearnos en sus edificantes formas rescatadas de tiempos antiguos. Todo en esta hermandad eleva el espíritu, desde la capilla musical ante su cruz de guía hasta el último detalle de sus dos completos pasos. El redoble destemplado de la Piedad servita nos devolvía al esplendor de los días sacros.

Por su lado, la cofradía salesiana nos permitió a los mayores explicar (resulta complicado en verdad) a los niños qué significa el paso del Decreto. Para no ir más lejos, la hija de un servidor entendía que la Fe llevaba una gasa en los ojos porque estaban jugando en el cielo a la gallinita ciega. Feliz inocencia la suya. Volviendo a lo que íbamos, tras el renovado conjunto de las Cinco Llagas del Señor, la arrebatadora belleza de la última Esperanza –ahí la tienen para nuestro solaz– nos dejó sumidos en la nostalgia al ver alejarse su manto verde acompañado por unos músicos de La Oliva extrañamente descansados a estas alturas de la semana.

El cortejo del Santo Entierro, aunque aliviada su extensión por la ausencia de muchas representaciones, volvió a su dimensión tras la Procesión General del año pasado. La Canina a la que con su dosis de humor aludiese el pregonero Juan Miguel Vega hace apenas quince días –parece mentira que sean solamente eso– mostró la pesadumbre de la Muerte al perder la batalla tras la Resurrección. Las autoridades de todo tipo, como es asentada costumbre, acompañaron el luctuoso desfile de la urna y dieron consuelo a María en su Duelo.

El broche de oro –y no solamente por los destellos de su magnífica diadema– lo pondría, como sucede desde hace siglos, la afligida Virgen de la Soledad. Siempre me ha resultado curioso en esta hermandad que, yendo su paso en el más absoluto silencio y respeto, tenga en sus filas a tantos chiquillos. Seguro que hacen esbozar una tímida sonrisa a la Dolorosa, que se siente reconfortada por tan numerosa cantera de cofrades.

El regreso acelerado de las cofradías no impidió alguna leve mojada, eso sí, muy cerquita de sus respectivos templos y sin trascendencia digna de mencionarse. A la hora de firmar esta crónica persiste la lluvia que, prudentemente, llevó a la cofradía de la Resurrección a anunciar ayer un retraso en su salida, que debería haberse verificado a las once. Sin embargo, de nuevo el agua trunca una salida procesional, lo que nos priva de ser envueltos por una Aurora celestial. Triste desenlace.